martes, 3 de junio de 2014

La trampa de la literatura

Somos carne de canción
Y todas van de lo mismo
No esperes paz ni perdón
Si das con el estribillo.
                     La cabra mecánica



Mi vida es una sucesión de despedidas contínuas. Un día digo llamarme Ismael y me camuflo entre los bares del puerto, otro digo ser un sevillano llamado Juan, otro digo no tener apodo alguno... y así podría seguir hasta el infinito. He tenido tantos nombre como mi imaginación me ha permitido y he viajado tanto como mis pies han aguantado.

Ayer duró cuarenta y ocho horas, un reinado y la promesa de un nuevo día. En la noche alguien me preguntó que cual era la diferencia entre escribir bien o escribir de manera "especial". Me hubiera gustado explicarle la diferencia con una narración larga y trabajada que cumpliera todos los preceptos de La poética de Aristóteles, decirle que todo texto tiene un mensaje oculto y a menudo un nombre de mujer (o de hombre). Pero el humo de la habitación, la música a todo volumen y una constante interrupción en forma de llamada de atención hacía dificil que yo pudiera centrarme y que provocaba que mi intelocutor elevara su nivel de enfado por no dedicarme únicamente a la conversación. Todo esto hizo imposible que pudiera crear una respuesta tan elaborada, así que concentré toda la poca sabiduría que tengo, le eché un poco de experiencia a mis palabras y respondí "Hay dos clases de escritores, los que se hacen y los que nacen. Los que se hacen pueden llegar a ser muy buenos pero nunca tanto como aquellos que nacen con el don." "¿Qué don?" Me preguntó como rebatiendo mi escueta respuesta. "El don de abrir tu pecho, sacar el corazón y firmar con él el papel. Y todo eso sin morir en el intento."

Un poco más adelante otra persona empezó a hablarme de política, en este caso política italiana. No me interesaba lo más mínimo, siempre las mismas palabras con diferentes argumentos dependiendo del lado  de donde vengan. Me hizo otra pregunta "In questa vita uno deve scegliere tra Avere oppure Essere. Tu che dici?" Me hubiera gustado empujarlo balcón abajo por poco original pero era un buen hombre, sincero y humilde, tal vez un poco simplón pero hablaba de corazón (además estar allí postergaba el momento en el que tuviera que ir a un antro a ver italianos lucirse como pavos reales). Me permití responder con bastante libertad "Preferisco la famme alla routina".

Esa afirmación era peligrosa pero sincera. Peligrosa porque vivir así es meter fuego allá donde vayas, quemar todo y a todos en busca de exprimir hasta la última gota de experiencia que te puedan dar. Luego abandonar el lugar y a aquellos que estaban allí. Entonces, ellos se quedan mirandote diciendote que vuelvas a llamarlos. Nunca se vuelve a llamar. Poco a poco olvidan que volaron contigo y se pierden entre la rutina y en la mediocridad. Y tú, yo, sigues caminando esperando que haberte salido del camino no termine siendo una trampa mortal, pero nunca mueres porque siempre sale todo bien y te terminas preguntado "¿Por qué a mí?".

Todo texto tiene un mensaje oculto y a menudo un nombre de mujer

Hay quien lo niega, a mí me gusta pensar que sí que lo tiene, si todos mis escritos están emponzoñados ¿por qué no los de los demás? Toda creación es una llamada de atención de algún tipo u de otro: un léeme, un "si-te-das-por-aludida-jódete", un "como-no-te-puedo-decir-esto-públicamente-te-lo-digo-por-aquí-total-si-no-te-das-cuenta-todo-sigue-igual-y-si-sí-pues-seguro-que-habrá-más-historias-que-contar". 

Decía Gadamer algo así como que una vez escrito un poema el autor moría y con él el verdadero mensaje oculto. Se refería a que una vez que el texto vaya a unas terceras manos la influencia subjetiva  de la experiencia propia haría imposible entender el mensaje originario.

Realmente, escribir con está finalidad propicia situaciones incómodas o caóticas. Cuando la creación tiene un cariz tan empírico la gente busca el mensaje y el nombre oculto basandose en sus propias vivencias y eso, por lo general, le lleva a identificarse con cualquier texto. ¿Quién no quiere ser protagonista de alguna historia?  Más de una de ha declarado publicamente, o ante mí, protagonista de algún texto mío y yo siempre he pensado "Si la tinta hablara..."

Por lo tanto, si yo escribiera "Nos vemos esta noche al amparo de la madrugada entre mis sábanas" quizás alguna se diera por aludida, lo cual sería gracioso si tomase la invitación y se presentara mientras duermo. Ahora bien, todo sería mucho más cómico si fuese más de una quien se diera por enterada. Seguramente yo me llevaría una paliza pero ¿y la de historias que podría contar?. Estoy seguro que de darse esa improbable situación, el amparo de la madrugada cubriría a cualquiera menos a la que iría dedicada esa frase.

Escribir es morir, pero también es matar. Es engañar al lector, ser Dios, hacerte luz en la oscuridad, pero sobre todo, es elegir el dolor a la nada. Sufrir en la indolencia general y quemar los campos por los que uno anda, es despertate en sitios donde no recuerdas haber dormido, es cabalgar sobre la muerte, es pasear de la mano con Soledad, es saber que siempre vas a dejar a todos atrás, es levantarte un día pensando que la rutina te sacará de esta espiral pero siempre algo te empuja a buscar la diferencia en la mediocridad, es hablar de literatura en los bares, es hacer literatura en una fiesta, es soñar y bailar con el agua, es llover y que tú salgas a empaparte, es buscar el calor en el frío de la madrugada, es hablar con los ojos, es tener un demonio dentro que se llama Ego, es que prefieras entre el ruido callar, es dialogar con silencio, es amar la oscuridad, es sangrar, sangrar, sangrar.

Nos vemos esta noche al amparo de la madrugada... en algún sueño tuyo tardío mientras yo deambulo por los campos oníricos sobre el pálido jamelgo...o bien, entre mis sábanas.






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