miércoles, 28 de mayo de 2014

Ráfagas oníricas


Sueño con serpientes, con serpientes de mar, 
Con cierto mar, ay, de serpientes sueño yo. 
Largas, transparentes, y en sus barrigas llevan 
Lo que puedan arrebatarle al amor. 
                                    Silvio Rodríguez



Esta madrugada me vi sorprendido por un hecho que nunca me había sucedido. En plena vigilia, tumbado en la cama y escuchando música esperando a que el sueño llegase, me doblegué. Sí, me vi con un pie pegado a mi colchón y con otro andando por una calle de una ciudad sin nombre, o por lo menos si tenía nombre yo no lo conocía. Era consciente de que estaba adormeciendo sobre mis sábanas pero al mismo tiempo había entrado en un mundo onírico que iba a otro ritmo y donde estaban sucediendo cosas. Ahora que de manera simultanea caminaba en dos lugares diferentes al mismo tiempo dudé:¿quién era yo? ¿el que estaba acostado o el que andaba por aquella avenida gris?

Ni siquiera, señores del jurado,
padezco, como alega mi abogado,
locura transitoria.

Debían ser las seis de la tarde y acaba de salir del bar. Llevaba toda la tarde ahogando mis penas en polvora y planeando mi venganza con whisky. El sol de la primavera me hacía sudar hasta sentirme asqueado, había llegado ya el tiempo en que necesitaba ducharme cuanto menos dos veces al día. El hierro me pesaba dentro de la americana y los nervios y el alcohol hacían temblar mis piernas.

En el numero 7 de la calle Valparaiso pasaba los días mi objetivo. El edifico, un viejo bloque de apenas tres pisos y con más de cincuenta años en sus cimientos, se mantenía a duras penas en pie en un descampado que en otro momento había albergado naves industriales. Él se había llevado a mi chica quitandome con ella todo lo que me importaba y yo era un hombre vengativo.

Eché la puerta abajo de una patada y subí las escaleras. El primer piso era simplemente una estancia enorme, derruida y vacía, salvo por un sillón que estaba de espaldas a la escalera. Allí había alguien sentado y disparé seis veces contra él. A mí me pareció escuchar siete disparos. Me acerqué al sillón con el revolver preparado y le di una patada que lo tumbó. La oscuridad y el alcohol me la había jugado y había disparado contra nadie, pero eso no era lo peor, al darme la vuelta los vi. Ella me apuntaba con una pistola humeante y yo sangraba a la altura del lumbago y del ombligo. Sí, hubo un septimo disparo y me atravesó todo incluido el alma. Me ardían las heridas de la bala y pensé que para estar soñando todo era muy real, nunca me han herido de bala pero aquél dolor era tan verosímil... era el dolor de la polvora y el dolor de la traición.

Él reía carcajadas pero ella tenía la cara desencajada. Ella seguía apuntandome con su arma pero no hizo un segundo disparo ni parecía que lo fuese hacer aunque me viese aprentando el gatillo contra ella,  ni aún después de que me diera cuenta que el tambor estaba vacío, ni aunque me viera cargar mi revolver para cobrarme la venganza y ni aunque la volviera a apuntar a ella. Él ya no reía a carcajadas.

Estaba en una terracita 
un oscuro mediodía 
echándome una copita 
en ese bar que hace esquina con la calle mayor 
Viendo volar a las moscas 
viendo pasar a la vida 
viendo pasar las chicas 


Me desperté empapado en sudor y con uno de los auriculares enredado en mi cuello. Una pelea de gatos en mi ventana acaba de sacarme de la ciudad sin nombre. Pensé que quizás yo era el sueño del otro yo en aquella ciudad, esperaba que no, o como sueño de alguien con un agujero en el vientre no tenía mucho futuro. Me coloqué el auricular que había escapado de mi oreja y esperé con ansias volver a caer en aquella urbe. Soñar siempre es una aventura.

¿Qué te voy a contar?
Derroché mis mejores ripios
Por no despertar solo otra mañana
Y me di al primer corazón
Para el que no tuve palabras
Sabio silencio, eruditos
Cambiando verbos por dentelladas
Queda dicho
Si algún día me echara de menos.


Las sábanas eran moradas y la habitación estrecha y pequeña. Debía ser de día porque por la ventana entraba luz, quizás eran las primeras horas del alba o tal vez era sol de la media tarde, no tenía importancia, el sol era indudablemente andaluz. Ella, tan pequeña, tan andaluza y con su eterna sonrisa en la boca, estaba desnuda sobre mí. Su dientes reflejaban la luz del sol pero no entendía muy bien lo que decía. Aquello no era un sueño formado a través del recuerdo, nunca había compartido cama con ella, quizás era un hecho que sucedió en el futuro, en cualquier caso la circustancias aplicables serían  las actuales por desconocer las venideras. Sumé presente, pasado y futuro y pensé que algo debía haber cambiado para que se diera tal situación, o bien, allí y entonces no nos importaba nada externo a estas paredes. Ella seguía sonriendo. La eché a un lado, salí del laberinto morado y me senté, también desnudo, en el borde de la cama. Reconocí mi guitarra apoyada en la pared.

Te sentaste justo al borde del sofá 
como si algo allí te fuera a morder. 
Dijiste: "Hay cosas que tenemos que aprender, 
yo a mentir y tú a decirme la verdad, 
yo a ser fuerte y tú a mostrar debilidad, 
tú a morir y yo a matar." 

Los ronquidos de mi compañeros de cuarto habían penetrado la barrera auricular de mis orejas y me había partido el sueño de la andaluza por la mitad. Tenía que subir el volumen de la música.

Y así eran nuestras noches y así era nuestro amor, 
comenzaba en el silencio, continuaba en el terror, 
y otra vez de allí al silencio. Dime, ¿para qué hablar 
de lo que pudo haber sido y de lo que jamás será, 
tratando de adivinar qué fue eso que hicimos tan mal?, 
si, en fin, se trata de morir o de matar. 

Estaba sobre la madera del escenario de un teatro enorme. A mi lado, atraviado con un traje negro y una camisa roja, el gran Nacho Vegas. Me dijo "Tenemos que hacer la prueba de sonido". Miré a mi alrededor y solo vi un micrófono y una guitarra acústica. "Primero tú" y así fue, no recuerdo que canción o canciones probé pero me moría de ganas de que empezara el espectáculo. Luego vino el Grande y cantó: "Fue aquella gitana que nos leyó el porvenir, dijo uno es el asesino y el otro el que va a morir. Y salimos de allí y me mirarte asustada y el miedo sonó en tu voz: antes de que tú me mates, prefiero matarme yo".  Sonaba tan bien pero parecía que llevaba toda la banda con él, tanto es así que pensé: "suena como en el disco".

Entré dentro de las entráñas del teatro y me fui a darle conversación a los técnicos. No recuerdo de que hablamos pero tras varios cruces de palabras uno me dijo "Y al otro lado te oí llorar y yo seguí y no colgué" y  entonces respondí "¿Que qué?" "y me suplicaste: Déjame de una vez, déjame de una vez". Un pensamiento recorrió mi cabeza "Venga no me jodas, no solo me acabo de dar cuenta de que esto es un sueño sino que esta debe ser la canción que está sonando por mis auriculares y está invadiendo mi espacio onírico." Esperemos que este sueño también esté basado en un acontecimiento sucedido en mi futuro...

TRRRRRR TRRRRRRRR
TRRRRRR TRRRRRRRR
TRRRRRR TRRRRRRRR



La alarma sonó poco después. Un nuevo sol se había colado entre las estrellas y había aterrizado a los pies de mi cama. Así que, sin dejar de soñar para que no digan que los sueños solo ocurren durmiendo, me levanté y me dispuse a vivir la aventura de un nuevo día.






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