viernes, 13 de junio de 2014

Trilogía de la madrugada

Hay mujeres que tocan y curan, que besan y matan,
Hay mujeres que ni cuando mienten dicen la verdad,
Hay mujeres que abren agujeros negros en el alma,
Hay mujeres que empiezan la guerra firmando la paz.
                                                         Joaquín Sabina


Llevaba toda la mañana escribiendo una historia sobre una niña que se perdía en un bosque y acababa en una cueva donde había dos espejos enfrentados, ambos le ofrecían un futuro y ella tenía que elegir. Pues ahí se van a quedar, la niña y su elección, porque las pocas horas de sueño de hoy, sumado al calor, me han quitado todas las ideas que pudiera tener para hacer un giro inesperado en la historia y que no acabase siendo otro relato más sobre elecciones en la vida. No me paso cuatro horas escribiendo para que al final sea un relato más y no se entienda más que lo superficial. Así que voy a tirar de libreta y dejar esta historia para cuando se me ocurra como completarla.

El siguiente texto que voy a añadir es uno de los poemas que componen Entre el salitre. A  pesar de que el libro fue terminado apenas hace dos años, y publicado hace uno, cuando lo leo veo un estilo que ya no se corresponde directamente con el mío. Si que es verdad que guarda trazas, por lo que quizás lo correcto sería entenderlo como un proto-estilo (si acaso mi producción literaria mereciera catalogación). Lo que sí que se mantiene es ese espíritu que recorre una a una cada letra.

Últimamente recibo muchos mensajes desde América, suelen venir sobre todo de México y Argentina. En ellos me felicitan por lo último que he hecho o escrito y me hablan de mi compromiso social. No sé que entienden ellos por compromiso social ni porque ven un referente en mis actos o en mis letras, en cualquier caso, siempre es gratificante que te escriban para felicitarte. Pero en honor a la verdad, escribo para mí y para mis intereses. Escribir es como lanzar una bengala en medio del mar en plena noche y, sabiendo que ésta será vista por muchos barcos, tener la esperanza de que el barco objetivo se dé por aludido y no otro, por las posibles consecuencias más que nada.

Una de las cosas a las que les doy importancia cuando escribo es al silencio, y al propio ritmo del silencio. La mayoría de la gente no lo escucha, incluso le teme e intenta acabar con él con palabras superfluas y carentes de importancia. Si no hay nada que decir ¿para qué hablar? Una mirada, un golpe en el hombro o unos dedos que se pierden en el pelo ajeno dicen más que cualquier frase. Pero la gente no escucha al silencio, es curioso, prefieren hacerle caso a las palabras, que por origen humano pueden mentir, que al silencio, que por origen natural no puede ser más sincero.

El texto que he elegido a continuación expone, a través de tres actos, las tres fases que creo que se pueden observar cuando se va pasando del roce el cariño. Hay encuentros, o relaciones, que solo se quedan en la primera, hay otros que llegan a la segunda u otros que terminan en la tercera. No hablo del paso de la amistad a otro estado, hablo sobre atracción y confianza, hablo sobre el fin del frío que se respira en el acto I, al cambio de relaciones del acto II, llegando finalmente al cálido acto III.

En el último recital que di en Granada al recitar el poema se escuchó un grito del fondo del local que decía "¡Bravo bravo!". Siempre me he preguntado si la chica que gritó aquello había entendido el texto o simplemente le había parecido transgresor y se había exaltado. Después del recital me acerqué a donde estaba y nos terminaron dando las mil cerrando el Bohemia. Hablamos de muchas cosas pero preferí no preguntarle sobre aquel momento de exaltación.




Trilogía de la madrugada



1.       La palabra perfecta

La palabra perfecta
en el momento exacto,
los ojos que no dudan
las manos que no tiemblan.

Unos labios sedientos
de espíritu de esparto,
no saben si no deben
aceptar el taciturno trato.

Que dos sumen uno
en una jaula de tela,
para la noche frenesí,
en la mañana desencanto.



2.      La política de los dedos

La política de los dedos
hace presión en el parlamento,
donde discuten los senos
sobre erecciones y tactos.

Las falanges sedientas
del agua que emanan los labios,
luchan por liberar
la cárcel de los pechos.

Fraternalmente se despiden
la razón y el deseo
saludando a la vida
en el calor de la batalla.

La política de los dedos
ahora aprieta en la fragua
los tendones del placer
que se ocultan bajo las sábanas.



3.      Me gustas

Me gusta tu jardín
tan lleno de flores y plantas
que riegas con el amor
que fluye dentro de ti.

Me gusta su sabor
a mar y humedad
que llega con el calor
y se seca al final.

Me gusta que te gusten
mis manos de jardinero,
mi lengua de terciopelo
y mis ganas de ti.







No hay comentarios:

Publicar un comentario