miércoles, 30 de abril de 2014

Cuando la ficción es realidad - Canciones incompletas


"La ficción es y será mi única realidad"
Enrique Bunbury


Escribir es como hacer un castillo de arena frente al mar. Se usa la semejanza de una fortaleza para construir una versión reducida que bien, de no existir una construcción en piedra llamada "castillo", no sería más que arena sobre arena. Bien uno se imagina levantando los torreones y las grandes murallas como si estas fueran a parar la furia de la marea, nada más lejos.

Para mí, y cada uno tiene su propia idea de la composición, la experiencia debe estar por encima de todo, incluida la estética (que, desde mi humilde punto de vista, ya no tiene lugar en las creaciones poéticas, incluyendo en éstas a las canciones). En la plasmación de la vivencia está la verosimilitud tan necesaria para que se cree ese vínculo escritor-lector o músico-oyente, es decir, la identificación por parte de alguien ajeno al texto con la historia haciendola suya.

Siguiendo esta línea argumental centremonos en la música. Olvidados ya los prosistas escritos y en un mundo en el que parece que hay mucho más escritores que lectores, el papel que antaño recaía sobre el poeta ahora es del músico. Ya no se necesita ser un virtuoso o cantar bien, lo que es necesario es trasmitir: "Te escribiré mis mejores deseos en una barra de hielo... que te follen" o "sin embargo cuando duermo sin ti contigo sueño y con todas si duermes a mi lado".

Expuesto ésto opino que la experiencia debe tener un grado de ficción. Así Sabina, por ejemplo, se refiere a su canción Pacto entre caballeros como una mezcla de dos anécdotas llevadas al extremo gracias al desarrollo ficcional del texto. Quizás esta canción sea el mejor ejemplo en castellano de la necesidad de combinar realidad y ficción para involucrar al espectador ¿quén no ha pensado alguna vez que los hechos de la canción ocurrieron así? o quizás mejor pregunta ¿quién no ha querido creerse la canción y ser su protagonista?

Llegado a este punto el dilema es que cantidad de una y de otra debe tener la composición. En mi tintero tengo multitudes de canciones sin acabar, algunas me persiguen desde hace años y, alguna que otra, desde hace unos pocos días. He llegado a pensar que no las consigo finalizar porque necesito que me sucedan más cosas en referencia al tema, pero no estoy seguro de ésto. No estoy seguro porque he acabado temas con un porcentaje de experiencia 20% y ficción 80%, pero quizás cada canción tenga su mezcla propia adecuada.

En cualquier caso, a uno ésto le hace sentirse como un vampiro. Me explico, quien tiene la capacidad de componer está inmerso en una "no-vida". Sus días pasan entre una especie de apatía por lo sucesos comunes y los momentos de busqueda de algo que salga de la rutina. Por lo general, el resto de la humanidad le es indiferente y solo llama "amigos" a unos pocos. Por lo tanto, el autor es un ladrón de historias: vive, plasma la experiencia y la hace inmortal (siempre desde su punto de vista sin que las otras partes opinen. Lo que significa que, dependiendo del impacto de lo publicado, puede pesar para siempre en la vida de otras personas). El autor es un cazador, se alimenta de experiencias mutuas y ajenas y nunca da cuenta de ellas. Todo lo que se cruza en su camino acaba muerto sobre el papel.

Veamos ejemplos (sin indicar el grado de vivencia personal ni el ficcional). El primero es un texto que tiene como nombre provisional La miedíca. Es una canción que inicié hace unos meses en Granada y que no consigo terminar:




Ella me dijo al oído / hoy duermes conmigo

hace frío y estoy sola / no tengo abrigo

fuímos hasta su casa / cruzamos la Gran Via

y en una sucia esquina / me confesó aterrada




Me dan miedo los fantasmas / que habitan en mis sueños

que me muerden los dedos de los pies / cuando quiero volar




Nos atrincheramos en su cama / Hicimos muros con las sábanas

Al llegar la mañana / el autobus me esperaba

Ella se puso nerviosa / me cogió por las mangas

me gritó: / ¡los monstruos no son nada!




Me aterran las brujas que viven / debajo de mi ventana

que se despiertan al alba / queriendome devorar




La línea argumental de la canción es clara y su desenlace debería ser fácil pero sigo ahí parado, sin saber si el "yo" de la canción finalmente se quedó defendiendo la cama o bien dejó de creerse (si acaso alguna vez lo hizo) los miedos de la muchacha de turno y se fue por la misma puerta por la que había entrado.


El siguiente ejemplo de tema incompleto lo empecé hace semanas. Ni voy para adelante ni voy hacia detrás con la letra, sé que me queda poco pero... sigue faltandole "algo" al texto. Una cosa de la que estoy seguro es que cuando la acabe va a ser (junto al próximo ejemplo) una "señora canción". Por ahora no tiene nombre.



Me asome al abismo / y perdí el control

nadie preguntó / a donde iba yo

crucé las avenidas / doblando las esquinas

gasté mucho dinero / perdiendo la partida



En noches como ésta / me acuerdo de ella

me engancho de alguna / que me quiera escuchar

me doy a la bebida / y duermo desnudo

mañana será otro día / y Dios dirá



Quemé mis naves / frente al Guadalquivir

no hubo supervivientes

El hombre del tiempo / me gritó enfadado

aprovecha el viento / y vete



Abrí mis alas negras / abrí mis alas negras

y eché a volar / a volar



Al pisar la plaza / de la Corredera

una gitana dijo / me vas a escuchar

Vas a morir / en un mes de abril

de un año que / no será éste



¿Y ahora qué? ¿hacía dónde debe ir la canción? ¿hacia un evidente final o hacia un golpe en la mesa? ¿no son ambos lo mismo? ¿muerte y resurrección? En cualquier caso, a diferencia del texto anterior éste me da la impresión que saldrá dentro de poco de donde tenga que salir, pero no deja de ser curioso que una composición de tal carga empírica se pierda en los laberintos de la ficción.


Por último, esta letra que inicié hace acaso unos pocos días. Un texto donde se mezclan experiencias reales y con otras que no lo son tanto, dando lugar a una nueva historia que recuerda a otras pocas.



Me cogíste de la mano y me dijíste

"llévame a ver el cielo"

aunque no vimos más estrellas

que la que ilumina tu habitación.



Es mejor ser agua en la tormenta

que nada en la oscuridad



Qué dulce son las madrugadas

cuando el viento italiano mece los portales

Y la sambuca quema la garganta

y somos dos cuerpos desnudos

al borde de tu cama

esperando que un beso

nos parta la mirada



Ahí he parado. No sé hacia donde debo llevar la canción. Podría tirar de unas historias pasadas o de otras, o quizás seguir mezclando. O esperar, quizás en los próximos días pueda cazar alguna nueva experiencia que haga girar el texto. En cualquier caso, de momento no puedo mover las letras de su estancamiento, sólo me queda esperar, o bien a las musas o bien a la vida, que si acaso, no dejan de ser lo mismo.


martes, 29 de abril de 2014

Diario de un perro andaluz

"Dense prisa si me quieren enterrar, pues tengo la costumbre de resucitar."
                                                                               Joaquín Sabina



Escribo estas palabras sin ánimo de ser leído, ni lo busco ni lo quiero, ésto es solo un ejercicio de supervivencia, un mero truco para no caer rendido frente al ordenador del trabajo.

Quizás este relato pueda sonar a Bukowski pero no es más que la realidad conceciba como ente subjetivo siempre sujeto a mi punto de vista (un poco estrábico esta mañana). Mi despertar ha sido confuso, se me juntó el ayer con el hoy. No es la primera vez que me pasa, pero hoy es miércoles y después de la marea, dormir tres horas escuchando a Sabina y resucitar, toca ir a trabajar.

Al salir de casa cualquiera que me haya visto habrá pensado que cómo se puede ir con una sonrisa de ojera a ojera a esas horas, sobre todo cuando se tiene el cuerpo lleno de heridas y golpes desde el finde semana pasado. Ya no es tanto que mi rodilla dé pena o que mis magulladuras esten camufladas con ropas que ya no son de esta estación, es simplemente que el conjunto de destrozos que llevo en el cuerpo no son más que señales de intentos de aprovechar cada momento (aunque sea levitando y rodando por un campo de fútbol, entre otros accidentes e incidentes).

"¡Señores, aquí está José Salento!" gritaba repetidamente anoche en medio de una discoteca, en un más que justo castellano, mi compañero turco. La escena era para verla, mejor, para vivirla. Esto no hacía más que anunciar lo inevitable: una mañana larga (digo yo que será así, solo acabo de empezarla y todo ha sido un poco surrealista: caffe e cornetti per tutti nel ufficcio per un santo).

La canción con la que he despertado era "Por el tunel", una manera muy elegante de llamar fresca a tu ex y una letra que, increiblemente, ha quedado en el olvido sabinero. Las tres horas de sueño que separan el caos nocturno y el supuesto orden matinal no hacen más que justificar una verdad que la sociedad oculta: dormir es perder el tiempo. Para muestra, un botón.

Ahora que pasan las semanas y me sumerjo en la obra de Italo Calvino me gustaría jugar un poco con los tú y con los yo, porque lector, si acaso estás perdiendo el tiempo leyendome déjame imaginar tu mañana: Bien, habrás despertado hace unas hora, te habrás duchado y preparado un café. Luego, camino del trabajo, te habrá pasado por la cabeza algún recuerdo, quizás pensaste "¿Qué habrá sido de aquella chica? Aún la recuerdo cada día". Llegaste al curro, encendiste el ordenador y lo primero, sin falta, ojeaste el Facebook, leíste esto (o lo que será este texto), aún con mi aviso previo de que no se leyese, y escribiste un comentario: Tú ¿qué pasa? ¿que no trabajas en tu trabajo? Entonces, el autor de este post habría dicho que sí que trabaja, pero que, a pesar de entrar a las 8.45 de la mañana, la carga de trabajo tiene la mala costumbre de llegar a las 13, justo media hora antes de la supuesta salida; o quizás el comentario escrito sea ¿Por qué escribes tan raro? Sin duda la respuesta sería clara y haría alusión al uso de un teclado extranjero, de esos que suele haber en el extranjero.

Hace ya tiempo que mis pies no están quietos en un mismo sitio durante mucho tiempo: he nacido en Cádiz, me dejé el corazón en Sevilla, conocí lo amaneceres de Córdoba y morí y resucité en Granada. En Lecce cambie de nombre y en Perú conocí a los dioses antiguos. Media Europa ha visto mis andares y la otra media ha sufrido mis lances. En Roma, a mi apuesta fiel, fijé entre hostil y amatorio, en mi puerta este cartel... Y entre tanto vivido y sobrevivido uno empieza a pensar en una improbable inmortalidad. Quizás sea cierto aquello que dijo Alberti "nadie, que enfrente no hay nadie; que es nadie la muerte si va en tu montura".

Pasan los años y con ellos las personas y los lugares y cada vez es más frecuente ver una cara nueva que se parece a otra cara parecida a otra cara originaria. También pasan los nombres, que no se parecen tanto pero que empiezan a ser multitud y por tantos pierden valor. Antes, un nombre de mujer era un tesoro, hoy ya no diferencio entre uno u otro, aunque a veces, y quizás últimamente, alguno se ha colado dentro de mi piel provocando que mi necesidad innata de estar solo se enfrente con lo que sea que llevo dentro y no consiga sacarlo de ahí. En cualquier caso, solo una femina me ha acompañado durante tantos años, me ha mantenido vivo en este mundo que no tiene sentido y me ha permitido subirme a los escenarios que tanto amo, ésta es la Virgen María... no, en realidad no, porque ésta de virgen tiene poco. Me refiero a mi guitarra, que mil veces ha cambiado de tipo y de madera y nunca se ha separado de mí.

Y aquí sigo, en medio de la Calabria, de pie gracias a la cafeína y a las propias ganas de estar de pie. Con el cuerpo magullado y con ropa que camufla las diversas heridas de guerra, de esta guerra que es vivir, que me están asando pero que debo llevar en el trabajo para que no piensen que no soy un andaluz formal. Lo que no saben es que soy un perro, un perro andaluz, que, como dijo una vez el gran Reed haciendo alusión al mundo del espectaculo, no viste según el tiempo si no como quiere.