"La ficción es y será mi única realidad"
Enrique Bunbury
Escribir es como hacer un castillo de arena frente al mar. Se usa la semejanza de una fortaleza para construir una versión reducida que bien, de no existir una construcción en piedra llamada "castillo", no sería más que arena sobre arena. Bien uno se imagina levantando los torreones y las grandes murallas como si estas fueran a parar la furia de la marea, nada más lejos.
Para mí, y cada uno tiene su propia idea de la composición, la experiencia debe estar por encima de todo, incluida la estética (que, desde mi humilde punto de vista, ya no tiene lugar en las creaciones poéticas, incluyendo en éstas a las canciones). En la plasmación de la vivencia está la verosimilitud tan necesaria para que se cree ese vínculo escritor-lector o músico-oyente, es decir, la identificación por parte de alguien ajeno al texto con la historia haciendola suya.
Siguiendo esta línea argumental centremonos en la música. Olvidados ya los prosistas escritos y en un mundo en el que parece que hay mucho más escritores que lectores, el papel que antaño recaía sobre el poeta ahora es del músico. Ya no se necesita ser un virtuoso o cantar bien, lo que es necesario es trasmitir: "Te escribiré mis mejores deseos en una barra de hielo... que te follen" o "sin embargo cuando duermo sin ti contigo sueño y con todas si duermes a mi lado".
Expuesto ésto opino que la experiencia debe tener un grado de ficción. Así Sabina, por ejemplo, se refiere a su canción Pacto entre caballeros como una mezcla de dos anécdotas llevadas al extremo gracias al desarrollo ficcional del texto. Quizás esta canción sea el mejor ejemplo en castellano de la necesidad de combinar realidad y ficción para involucrar al espectador ¿quén no ha pensado alguna vez que los hechos de la canción ocurrieron así? o quizás mejor pregunta ¿quién no ha querido creerse la canción y ser su protagonista?
Llegado a este punto el dilema es que cantidad de una y de otra debe tener la composición. En mi tintero tengo multitudes de canciones sin acabar, algunas me persiguen desde hace años y, alguna que otra, desde hace unos pocos días. He llegado a pensar que no las consigo finalizar porque necesito que me sucedan más cosas en referencia al tema, pero no estoy seguro de ésto. No estoy seguro porque he acabado temas con un porcentaje de experiencia 20% y ficción 80%, pero quizás cada canción tenga su mezcla propia adecuada.
En cualquier caso, a uno ésto le hace sentirse como un vampiro. Me explico, quien tiene la capacidad de componer está inmerso en una "no-vida". Sus días pasan entre una especie de apatía por lo sucesos comunes y los momentos de busqueda de algo que salga de la rutina. Por lo general, el resto de la humanidad le es indiferente y solo llama "amigos" a unos pocos. Por lo tanto, el autor es un ladrón de historias: vive, plasma la experiencia y la hace inmortal (siempre desde su punto de vista sin que las otras partes opinen. Lo que significa que, dependiendo del impacto de lo publicado, puede pesar para siempre en la vida de otras personas). El autor es un cazador, se alimenta de experiencias mutuas y ajenas y nunca da cuenta de ellas. Todo lo que se cruza en su camino acaba muerto sobre el papel.
Veamos ejemplos (sin indicar el grado de vivencia personal ni el ficcional). El primero es un texto que tiene como nombre provisional La miedíca. Es una canción que inicié hace unos meses en Granada y que no consigo terminar:
Ella me dijo al oído / hoy duermes conmigo
hace frío y estoy sola / no tengo abrigo
fuímos hasta su casa / cruzamos la Gran Via
y en una sucia esquina / me confesó aterrada
Me dan miedo los fantasmas / que habitan en mis sueños
que me muerden los dedos de los pies / cuando quiero volar
Nos atrincheramos en su cama / Hicimos muros con las sábanas
Al llegar la mañana / el autobus me esperaba
Ella se puso nerviosa / me cogió por las mangas
me gritó: / ¡los monstruos no son nada!
Me aterran las brujas que viven / debajo de mi ventana
que se despiertan al alba / queriendome devorar
La línea argumental de la canción es clara y su desenlace debería ser fácil pero sigo ahí parado, sin saber si el "yo" de la canción finalmente se quedó defendiendo la cama o bien dejó de creerse (si acaso alguna vez lo hizo) los miedos de la muchacha de turno y se fue por la misma puerta por la que había entrado.
El siguiente ejemplo de tema incompleto lo empecé hace semanas. Ni voy para adelante ni voy hacia detrás con la letra, sé que me queda poco pero... sigue faltandole "algo" al texto. Una cosa de la que estoy seguro es que cuando la acabe va a ser (junto al próximo ejemplo) una "señora canción". Por ahora no tiene nombre.
Me asome al abismo / y perdí el control
nadie preguntó / a donde iba yo
crucé las avenidas / doblando las esquinas
gasté mucho dinero / perdiendo la partida
En noches como ésta / me acuerdo de ella
me engancho de alguna / que me quiera escuchar
me doy a la bebida / y duermo desnudo
mañana será otro día / y Dios dirá
Quemé mis naves / frente al Guadalquivir
no hubo supervivientes
El hombre del tiempo / me gritó enfadado
aprovecha el viento / y vete
Abrí mis alas negras / abrí mis alas negras
y eché a volar / a volar
Al pisar la plaza / de la Corredera
una gitana dijo / me vas a escuchar
Vas a morir / en un mes de abril
de un año que / no será éste
¿Y ahora qué? ¿hacía dónde debe ir la canción? ¿hacia un evidente final o hacia un golpe en la mesa? ¿no son ambos lo mismo? ¿muerte y resurrección? En cualquier caso, a diferencia del texto anterior éste me da la impresión que saldrá dentro de poco de donde tenga que salir, pero no deja de ser curioso que una composición de tal carga empírica se pierda en los laberintos de la ficción.
Por último, esta letra que inicié hace acaso unos pocos días. Un texto donde se mezclan experiencias reales y con otras que no lo son tanto, dando lugar a una nueva historia que recuerda a otras pocas.
Me cogíste de la mano y me dijíste
"llévame a ver el cielo"
aunque no vimos más estrellas
que la que ilumina tu habitación.
Es mejor ser agua en la tormenta
que nada en la oscuridad
Qué dulce son las madrugadas
cuando el viento italiano mece los portales
Y la sambuca quema la garganta
y somos dos cuerpos desnudos
al borde de tu cama
esperando que un beso
nos parta la mirada
Ahí he parado. No sé hacia donde debo llevar la canción. Podría tirar de unas historias pasadas o de otras, o quizás seguir mezclando. O esperar, quizás en los próximos días pueda cazar alguna nueva experiencia que haga girar el texto. En cualquier caso, de momento no puedo mover las letras de su estancamiento, sólo me queda esperar, o bien a las musas o bien a la vida, que si acaso, no dejan de ser lo mismo.
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