lunes, 27 de octubre de 2014

Una temporada en el infierno (versión andaluza)

La vida es una gran broma. Una historia diacrónica de fracasos y decepciones que son interrumpidos cada cierto tiempo por instantes de fugaz felicidad. La felicidad es una estafa. Respiramos durante un tiempo finito, trabajamos según lo que establezca la sociedad de turno, procreamos en nombre de lo que llamamos amor y que no deja de ser un burdo engaño de la naturaleza para romper nuestro egoísmo innato. Egoísmo innato. Y al final un día tu cuerpo dice hasta aquí hemos llegado, y tu nombre pasa a ser un recuerdo en boca de tus conocidos. Por lo tanto hasta tu recuerdo tiene fecha de caducidad. Y si eso es así ¿qué sentido tiene amasar una fortuna? ¿o construir un mausoleo familiar? ¿o dejar testamento? La vida es un suspiro. El otro día escuché a un payaso que actuaba en un programa infantil de la televisión hacer una pregunta a sus pueriles espectadores ¿Qué se debe hacer para llegar a los 100 años? Su respuesta fue cuidarse mucho a los 99.

A los 27 me propuse matarme viviendo. Si entendemos la muerte como la pena capital por haber vivido no me parecía tan descabellado querer irme al otro barrio pensando que me había merecido tal condena. No es que la vida me tratara mal, había tenido puntos negros como aquel accidente de tráfico que me dejó sin padres y a mí con una evidente cojera. Me crié con mi abuela, en el ámbito económico el patrimonio familiar y la pensión que me quedó siempre me han permitido llegar a fin de mes sin problemas. Estudié en un buen colegio y me licencié en Derecho con un expediente más que digno. Pero me había cansado de vivir. Me veía como parte de un engranaje que pertenecía a una maquinaria, a una monstruosa maquinaria, que ni entendía ni quería entender. Me di a las noches que se juntaban con los días y que se volvían a transformar en noche así hasta perder la cuenta de las lunas que había pasado fuera de mi casa. Probé todo lo que se podía probar, abusé de todos los excesos que pude comprar y me iba a la cama con la primera que se dejara querer. Llegué a los 31 sin más perjuicio por parte de la vida que unas pocas canas y algo menos de peso. Todo me empezó a aburrir. Entonces comencé a cruzar las calles sin mirar, a lo Mario Santiago -pero con más fortuna que él porque a mí nunca me atropelló ningún coche-, provoqué y  participé en todo tipo de trifulcas de bares siendo la más memorable aquella en la que, a las 6 de la mañana y tomando una cerveza en el Trini, rompí sin venir a cuento mi bastón –recuerden, padezco una cojera- sobre la espalda de un borracho que llevaba una camiseta del Betis. No sufrí un solo rasguño.

A los 33 conseguí provocarme un coma etílico agravado por algún que otro gramo de speed. Por entonces ya llevaba un año viviendo solo en el piso de la plaza del Duque, mi abuela había fallecido la primavera pasada. A su entierro, me contaron, no fue casi nadie, por no ir no fui ni yo que llevaba desaparecido una semana y me enteré de la noticia al llegar a casa. Cuando me contaron que habían dado sepultura a la que había sido mi madre desde los 6 años me limité a tirarme en la cama y echarme a dormir, llevaba más de cuatro días sin cerrar los ojos. En los últimos meses me había empezado a juntar con la flor y nata de las artes y letras sevillanas, o eso decían ellos. Si no eran tanto por lo menos eran los que hacían bandera del humanismo más radical en la zona de bares de la Alameda de Hércules. Había de todo: actoruchos de tarde de domingo, poetas cierras bares, literatos de tres al cuarto e incluso algún clown revenido. No es que no fueran buenos, es que no estaban en el lugar adecuado y seguramente tampoco en el tiempo más idóneo. Si debo destacar a alguno de ellos me quedaría con Emilio. Emilio estaría dentro de la clasificación de poetas cierra bares, era un tipo bajito y regordete, olía de manera peculiar, no mal, peculiar, y tenía una calva diametralmente contraria a la barba de náufrago que lucía. Iba siempre escribiendo en su pequeña libreta marrón y cuando bebía se dedicaba a pintar con frases las paredes. Era un filósofo a su manera, pero sobre todo era un gran pensador de barra de bar. Un día le confesé mi historia, él se calló, me miró y se empezó a descojonar –buen chiste- me dijo. Aquello debió ser unos meses antes de que encontraran su cuerpo flotando en el Guadalquivir. La versión de la familia era que, con alguna copa de más, se había lanzado al río a nadar para hacer la gracia con unos amigos. Emilio murió como vivió, con descaro y sin respeto, todos nosotros sabíamos que se había lanzado desde el Alamillo una noche de frío helado de diciembre.

A los 35 entré de lleno en una depresión. El mundo que me había tocado vivir era de plástico, todo artificial. Todas las caras eran la misma, todas las palabras eran mentira, todo acto era interesado, todo destino había sido manipulado. Acudí a un especialista –sí, a un psiquiatra-, me hinché de Prozack y otras mierdas y dejé el alcohol y otros vicios. Como consecuencia de dejar la mala vida empecé una relación con una chica poco menor que yo. Pero todo me daba igual.

Quiso la vida que el día que dejé éste mundo fuera irónicamente un 14 de abril. Una de las cosas que siempre había temido del día de mi muerte era mi cadáver. La impotencia de lo que sucediera con mi cuerpo una vez que yo no pudiera defenderlo. Podría haber sido un festín para las ratas en el caso de que muriese y nadie se diese cuenta hasta meses después de mi desaparición; podría estar en la morgue y que algún trabajador pervertido cumpliera sus deseos más oscuros con mi cuerpo; o bien podría simplemente ser lanzado a una fosa común si nadie reclamaba mi desdichado cadáver. Así que se lo puse fácil a la humanidad: llené de velas el baño del servicio del piso, abrí el gas y me tragué de golpe todo un bote de Valiums.. Y sí, sé lo que piensan, nunca me cayeron bien mis vecinos.

La verdad es que me he parado a hablar contigo porque, a pesar de estar rodeados de llamas que abrasan pero no queman, no hay manera de encontrar alguien que me encienda el pitillo en el jodido averno y con esto de estar encerrados aquí me temo que no encontraré nunca un mechero ¿no tendrás uno no?


viernes, 18 de julio de 2014

El creativo y la muchacha

[...]
Ríete de la noche,
del día, de la luna,
ríete de las calles
torcidas de la isla
[...]
          Tu risa (Pablo Neruda)



Frente al jergón había dejado un cenicero a rebosar de chustas y cigarros a medio fumar, junto a éste había dos botellas de vodka ya vacías y una media llena y abierta tumbada en el suelo. Tenía la espalda pegada a la pared y la mirada perdida en el infinito que se vislumbraba por la ventana del estudio. Debía estar amaneciendo, o eso parecía por el griterío de los pájaros. Era el cuarto día consecutivo sin dormir intentando terminar su trabajo. Encendió otro cigarro.

El encargo que le había llegado hace unos días era sin duda el más difícil de su carrera como creativo. No sabía para qué era el texto ni donde sería publicado o a qué sería aplicado. La voz del teléfono solo dijo "Necesitamos que describas la situación de una chica perdida en el infinito provocado por dos espejos se reflejan mutuamente". Primero pensó en que estaban buscando algo para promocionar cualquier cosa del tipo Alicia en el país de las Maravillas, luego se le pasó por la cabeza que quizás fuera para una campaña contra la drogadicción. Cada idea terminaba siendo descartada al poco tiempo por no parecerle suficientemente lógica. Así que el creativo decidió empezar a escribir una historia sin ningún trasfondo más que el de la propia literatura... y encendió otro cigarro (por supuesto).

Abrió los ojos y estaba en medio de un infinito de nada, era todo oscuridad y silencio. Se miró para comprobar que la caída no le había hecho ningún destrozo (solo recordaba haber cerrado los ojos en algún momento de la noche y empezar a caer por una especie de garganta oscura y gigantesca que le pareció eterna). Tras un tiempo indeterminado (y eternizado) aterrizó en una montaña de paja que estaba colocada en medio de la nada y que amortiguó la caída. Al verse sola en medio del vacío se asustó y se puso a llorar. Nadie contestó a esos sollozos.

La cafetera eléctrica estaba pitando, hora de renovar energías. Abrió el frigorífico y lo vio tal y como lo recordaba cuatro horas antes: vacío. Se preparó una taza de café doble, cogió las últimas galletas que quedaban,y que estaban reblandecidas por la humedad, y volvió a la mesa del estudio. Echó un vistazo por la ventana, ya no sabía que hora era.

Anduvo durante un tiempo indeterminado (su reloj ya no le servía de referencia, desde la caída parecía haber enloquecida, iba para adelante e iba para atrás sin ningún sentido aparente) por los páramos del infinito hasta que encontró tomando el sol (inexistente) a una tortuga de un tamaño gigantesto. Ambas se quedaron mirando fijamente, la mirada de una era de curiosidad y la mirada de  la otra de terror.

- Venga niña, deja mirar y túmbate a mi lado, hoy hace un sol espléndido.
- Las tortugas no hablan.
-Es afirmación carece de base empírica, si las tortugas no hablasen yo no la hablaría. ¿No crees? Según tu razonamiento ahora deberías decir que las tortugas sí hablan, pero sería una tontería generalizar, que yo hable no significa que todas las tortugas del mundo hablen ¡qué idiotez! Te imaginas a una Acanthochelys macrocephala cuchicheando... ¿para qué? si esas no tienen nunca nada que decir, aunque una vez conocí a una, uff, qué maruja, era la más cotilla del lugar.

El tiempo pasó, porque el tiempo pasa, aunque en donde estaban ya no había manera humana de medirlo, si es que acaso existe algún tipo de medición precisa para el tiempo, qué más daba que hubieran pasado dos horas que dos meses que dos siglos. Las dos se hicieron buenas amigas durante la indeterminada estancia de la niña allí. Llegado un momento dado la chica hizo las preguntas que llevaba atrapadas dentro.

- ¿Qué es este mundo tan extraño y tan oscuro?
- ¿Extraño? No conozco más mundo que éste ¡extraño será el tuyo! ¿y porqué lo llamas oscuro? El sol es placentero y no habrás visto mejores bosques ni mares en ningún lado.
- Pero yo solo veo oscuridad.
- ¡Abre los ojos!

Se miró al espejo y pensó que llevaba sin afeitarse demasiados días. Había perdido peso y descuidado la limpieza, incluso el baño estaba lleno de colillas -Vida de bohemio- dijo pero en realidad las palabras  que pasaban por su cabeza eran -Qué asco- . Hizo más café pero el cansancio empezaba a pesarle demasiado.

Ante la negación de la tortuga de moverse de sitio la niña decidió seguir caminando. En medio de la oscuridad vio volar a varias gaviotas y pensó que de estar acercardose a algún sitio se estaría acercando al mar. Pasó un rato y a lo lejos contempló lo que parecía un barco. De repente escuchó voces detrás suya. Eran dos piratas, uno con una pata de madera y el otro con un parche y un loro en el hombro.

- ¿Qué tehémos aquí? Carne fresca pá la tripulación

La niña tembló al ver sacar los sables y dirigirse hacia ella a los feroces y tullidos piratas. De repente, y ante el estupor general, apareció un tipo escuálido con una taza de café en la mano.

- Uy, la última vez que atravesé la puerta de la cocina no vine a parar aquí. ¡Anda! si vosotros sois los piratas, os imaginaba en mi cabeza bastantes más pequeños... y tú eres ella, a ti te pensaba mucho más niña.
- ¿Da onde a salió el imbécil éste? Lo amo a pasá en grande en el barco con éste como diana de los cuchillos.
- No no, no os hagáis ilusiones, ahora debe aparecer un perro enorme que salvará a la niña, bueno, a la joven - todo el mundo se quedó quieto y esperando algo- Umm, quizás nunca llegué a escribir esa parte de la historia.

El pirata de la pata de palo y de habilidad lingüística nula lanzó la primera estocada pero el creativo no tuvo problema para esquivar. La segunda casi le da de lleno en el pecho. El contraataque fue lanzar el café ardiendo a la cara del  pirata que se puso a llorar como un crío. Mientras, el tuerto del loro en el hombro había intentado agarrar a la joven y en la disputa habían acabado los dos en el suelo. Ella había conseguido huir pero de repente de la nada surgió un acantilado y se vio entre el abismo y el sable.

- ¡Vete volando! -Gritó el creativo
- Me voy a matar - sollozó la joven
- Confía en mí y salta. Esta es nuestra historia.

La situación era la siguiente: la nada se había tragado a la muchacha, los furibundos piratas alzaban los sables contra el creativo y el creativo se había quedado sin café. El momento se volvió cómico, los tres empezaron a perseguirse dando vueltas en circulo alrededor de un árbol hasta que cayeron exhaustos. El creativo sacó una cajetilla de cigarros y le ofreció a los piratas que sin aire en los pulmones asintieron con la cabeza y cogieron un par. Luego se pusieron a discutir sobre el último mundial de fútbol, los piratas opinaban de que lo debería haber ganado algún equipo caribeño y el creativo se oponía a esa posibilidad por imaginársela absurda. Una vez recuperados siguieron persiguiéndose.

Acorralado y viéndose acabado el creativo pidió unas últimas palabras. Los piratas se miraron y dijeron que por qué no. El creativo comprendió todo, sonrió y empezaron a surgir los colores, la joven apareció volando y la nada se hizo un bosque soleado que daba al mar. Sus últimas palabras fueron "Nos vemos cabrones" y salió volando junto a la muchacha. Los piratas levantaron los sables y empezaron a blasfemar, nunca mejor dicho, contra el cielo.

- ¿Y ahora qué? - preguntó él.
- El barco pirata sigue en la bahía y la tripulación en tierra. Siempre he querido ser una pirata...





miércoles, 2 de julio de 2014

El escritor que escribía sobre un escritor que a su vez era escrito por otro


Can I see another's woe,
And not be in sorrow too?
Can I see another's grief,
And not seek for kind relief?
                    William Blake



El escritor dejó su cigarro sobre el cenicero, miró el reloj de la pared y pensó que para ser las tres de la madrugada hacía demasiado calor. Buscó con la mirada el viejo ventilador metálico, el mismo que llevaba un año sin funcionar, lo localizó en una esquina de la sala. Se levantó y pulsó el botón de encendido, no se encendió nada. Era de esperar. Aprovechando que había dejado su silla fue a por agua fría a la nevera y al volver encendió su transmisor vintage.

La noche salió a bailar con su traje negro azabache,
tan gitana como era no dejó baldosa sin taconear.
A veces me sorprendo a mí mismo mirando el mar,
otras veces me veo sumergido dentro de sus aguas.

Llevaba toda la tarde, y lo que ya había pasado de noche, escribiendo un relato sobre un escritor que escribía una historia pero se quedaba sin inspiración a mitad de ella y se ponía a dar vueltas por su pequeño apartamento como esperando que un rayo de inspiración le marcara el camino. El escritor se imaginaba a su escritor como un escritor se puede imaginar a un escritor, es decir, una suerte de escritor escrito por un escritor previamente escrito por otro escritor que quizás se escribe así mismo pero que seguramente no fuera más que otro elemento escrito por alguna gracia divina o por el azar o algún universo que se extiende y se contrae.

Ella se perdía entre los trenes que no llegaban
y yo la veía pasar y allí no pasaba nunca nada.
Una noche no hubo más olas que las sábanas
que nos dieron cobijo del hambre y de las ratas.

Se asomó a la ventana y vio a la ciudad dormir placidamente bajo su cielo negro cáncer, sobre su asfalto negro cáncer, iluminadas por aquellas luces de farolas cuyas proyecciones provocaban sombras oscuras como el cáncer. Le hubiera encantado lanzar el ventilador contra la carretera y provocar un minuto de caos metálico en el orden de la madrugada, despertar a los vecinos, ver las esquirlas de lo que antes era un aparato eléctrico volar contra los coches aparcados. En definitiva, hacer algo inesperado, provocar un cambio en Matrix.

Si supiera ella la de besos que le debo a su boca
porque llené de besos a otras pensando que eran ella.
Toda una vida buscando lo que no sabía que buscaba
¿Dónde ha estado cuando mi nave naufragaba?

Mientras, en otro lugar, el escritor que escribía sobre otro escritor y que, por lo tanto era escrito previamente por un escritor, escribía sobre el piso de este escritor, me refiero al escritor sobre el que escribía y no al escritor que le escribe. En ese momento se sintió sin inspiración y se levantó, buscó el viejo ventilador metálico y probó a encenderlo pero no funcionaba. Divagó entonces apoyado en la ventana, no sin previamente encender su transistor vintage, y fue a la cocina, allí encontró una cucaracha que curioseaba bajo la mesa. No tuvo piedad, dejó el cadáver allí para que sirviera de aviso a su raza. Llamaron a la puerta.

La noche nos cubrió con su velo negro obscuro
Ella hablaba del futuro, yo de barcos en el mar.
Los dedos de mis manos eran caballos cuatralbos
que se perdían en su cabeza y en su larga melena.

Al otro lado de la puerta estaba otra vez Él. El escritor intentó disimular su cara de asco tan bien como pudo pero apenas consiguió una mueca que le hizo parecer algún animal simiesco. Él, como si estuviera en su casa, se sentó en el sofá, puso sus zapatos sobre la mesita y le hizo la pregunta que le hacía siempre "¿Qué Bob? ¿todavía escribiendo? A ver como pagas este mes las facturas". No podía faltar la respuesta que siempre daba desde la primera vez que le hizo esa pregunta "No me llamo Bob".

Y si la luz quiebra el día que no haya razones para pedir perdón.
Y si te falta algo que buscas piensa en que mañana todo será mejor.

El viejo estaba como siempre, con un traje inmaculado y negro, seguramente italiano, y con los botines lustrosos sobre la mesa. En la última visita el escritor probó a clavarle un cuchillo de cocina en la garganta, lo único que consiguió es que siguiera hablando pero con una voz mucho más gutural e ininteligible. En días previos había probado con otros métodos: lanzarlo por la ventana, asfixiarlo con una bolsa de plástico o incluso tirarle aceite hirviendo... pero nunca se callaba. Si os preguntáis porque el escritor dejaba pasar a tal molesta compañía la respuesta era sencilla, lo que hiciera o dejara de hacer daba igual, si lo dejaba fuera aparecía dentro y si lo dejaba pasar simplemente pasaba.

Me pierdo en sus ojos y caigo en la cuenta
que para morir de pie hay que sangrar en la arena.
Escondernos en palabras que no son nada,
dibujarnos con las manos y pintarnos con saliva.

Mientras, en el otro lugar que no es el otro lugar de antes ni es éste, el escritor que escribía sobre  un escritor y que a su vez era escrito por un escritor previamente escrito, se enfrentaba al el Tiempo con toda la paciencia que puede tener un hombre. "Hey Bob, he leído lo último que escribiste, me parece bueno la verdad, pero seamos sinceros, el relato necesita cambios. Veamos, si en la historia no hay una mujer explícame tú como vas a enganchar al público, sobre todo al femenino. Por otra parte yo, si fuera tú, haría que el escritor fuese realmente un espía, un espía-escritor, pero no solo eso, sería un agente doble ¡eso! ¡un agente doble!. Por lo tanto, siempre llevará encima un revolver que no dudará en usar. También añadía un archienemigo, podría ser un antiguo miembro de la KGB o de la CIA, o quizás de la Gestapo... y todos buscan el Santo Grial o un rollo de esos que se buscan siempre".

Cada noche me acerco a sus oído y siendo objetivo
le describo sus infinitas virtudes y ella, tan pequeña,
hace como si las escuchara por primera vez,
y no me canso de decirle verdades a la cara.

El escritor se había echado un vaso de bourbon y había tomado asiento de espaldas a Él. En algún momento del monólogo se escuchó "Porque Bob, yo no es que sea escritor, más bien soy un lector empedernido, lo que pienso es que deberías dejarte de tonterías y buscarte un trabajo serio. Eso o prueba a escribir sobre vampiros adolescentes o cosas así". El escritor lo miró, apagó el transistor vintage, se acercó a la ventana y se lanzó por ella. Lo último que se escuchó fue "¡Bob! ¡Que te escriben!".








miércoles, 25 de junio de 2014

La tormenta de arena



I was a child and she was a child,
In this kingdom by the sea;
But we loved with a love that was more than love-
I and my Annabel Lee;
With a love that the winged seraphs of heaven
Coveted her and me.

                                      E.A. Poe



Había días que el sol entraba tímidamente por el balcón como una mariposa abriendo sus alas, se posaba en ella y le susurraba "Despierta, ya llegó la mañana".  Eran tiempos confusos, uno no sabía muy bien bajo que cielo estaba ni que suelo pisaba. Mi escritorio estaba lleno de folios escritos, viva imagen de un quiero y no puedo, el día tiene veinticuatro horas y, aunque el sueño se lleve una porción mínima, no podía escribir con tinta y carne al mismo tiempo. Mi guitarra, silenciosa compañera, vigilaba todo lo que sucedía entre las cuatro paredes de mi cuarto y a ratos parecía suspirar como pensando que estaba haciendo algo mal.

Fuera de mi habitación se libraba una guerra, me pareció entender una vez que los bandos eran, por un lado, el Mundo, y por el otro lado el Tiempo. No puedo afirmar tal extremo, nunca vi ningún soldado ni  de uno ni del otro lado, pero cada noche en la lejanía escuchaba los cañones y los lamentos de las familias que habían perdido a algún miembro. La contienda bélica no me asustaba en absoluto, mi refugio eran las cuatro paredes de mi habitación y aquí el Mundo no tenía influencia y el Tiempo, el bando más temido, tampoco tenía poder.

Eran tiempos confusos, sin duda. El calendario se desangraba a una velocidad extraña, me pareció que mi estancia se había alargado en aquel sitio durante años pero no fue tanto, fue suficiente, si acaso estas palabras son prueba de ello. El desierto y la nada rodeaban la casa donde vivía. Un día podía hacer un calor asfixiante y al otro un frío invernal, incluso combinarse. Podría definir aquel lugar como ridículo: su gente era ridícula, sus formas de mirar ridículas como ridículos eran sus andares, sus comidas locales ridículas, incluso todo lo que era foráneo y llegaba allí también era ridículo, yo era ridículo, hasta ella era ridícula. No recuerdo el nombre de la ciudad, ya llevo tantas en la espalda que se me mezclan en un torbellino de recuerdos... ridículos.

Había días que el sol entraba tímidamente por el balcón como una mariposa abriendo sus alas, se posaba en ella y le susurraba "Despierta, ya llegó la mañana". Y ella se iba. Yo me quedaba mirando el sol con mirada agresiva pero no podía hacer más que odiarlo por ser jinete del Tiempo. Había días que el sol entraba tímidamente por el balcón como una mariposa abriendo sus alas, se posaba en ella y le susurraba "Despierta, ya llegó la mañana". Ella decía que se iba pero no se iba, ella sonreía y yo también, y nos fundíamos en un abrazo. Había días que el sol entraba tímidamente por el balcón como una mariposa abriendo sus alas, se posaba en ella y le susurraba "Despierta, ya llegó la mañana". Y el que se tenía que ir era yo.

Las tardes en el tedio de la rutina de aquella ciudad eran simples, se basaban en vaciar trago a trago una botella de bourbon, escribir y sonar una guitarra. Los gatos venían a verme por si les dedicaba alguna canción. Cada día les explicaba que en la vida nada era gratis, que quien quisiera escuchar una canción de mi boca tenía que pagar el módico precio de un beso por tema. Ha llovido desde entonces, ya no canto en privado ni aún por ofertas más generosas. He perdido las ganas de usar la música a mi favor, olvido mis letras y ya casi ninguna boca me interesa. C'est la vie.

Aquel año, a mediados de septiembre, una tormenta de arena se desató y cerré la puerta de mi habitación. Coincidió que ella había venido a verme con alguna excusa que no terminé de creerme. Quedamos encerrados allí durante un mes. Hablábamos sobre todo lo que sirve para nada y es lo más importante del mundo, la literatura; hablábamos sobre las tendencias musicales, ella era más moderna y yo más clásico; hablábamos sobre relaciones, ella era la reina de las contradicciones. Sobre ésto terminé pensando que ni ella acababa de estar convencida de sus palabras, pero que le iba a decir yo, si soy una contradicción que respira y, además, me encantaba escucharla. Me hubiera gustado utilizar su cuerpo como papel en blanco y escribir en él todo lo que me fuera pasando por la cabeza pero nunca llegué a proponerla ser un poema andante, para mí todo se acaba después del primer "no" y no quería jugármela. 

Los últimos días de la tormenta fueron los más salvajes. A cada golpe que escuchaba ella se asustaba y miraba hacia la ventana o hacia la puerta como esperando ver entrar a alguien, pero no había nadie, nunca había nadie, cómo ya os dije mi habitación era un refugio. Nunca hubo más paz dentro de cuatro paredes ni más horror fuera de ellas, pero allí estábamos nosotros, en pleno ojo del huracán y sin enterarnos de nada. Un día la arena dejó de volar y volvió al suelo.

Hace varios años de aquellos días. La tormenta cambió muchas cosas que pensaba fijas y estáticas en su sitio pero no sabría deciros que vino en los días siguientes. Solo recuerdo que la guerra llegó hasta donde estábamos, que ella abandono aquellas tierras antes que yo y que un día el pálido jamelgo vino a buscarme otra vez para decirme "Es hora de volver a cambiar de ciudad".  Yo lo monté con la mirada fija en Madrid, pero Madrid estaba tan lejos y los caminos siempre se torcían antes de llegar a la capital. El trayecto iba a ser largo, largo, largo...




lunes, 23 de junio de 2014

Decálogo de buenas prácticas del oficio de Poeta

“Me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias,
o como pasas de higo. Un cutis de durazno, o de papel de lija. Le doy
una importancia igual a cero al hecho de que amanezcan con un aliento
afrodisíaco, o con un aliento insecticida. 
Soy perfectamente capaz de soportar,
una nariz que sacaría el primer premio 
en una exposición de zanahorias. Pero
eso sí, y en esto soy irreductible, no 
les perdono bajo ningún pretexto,
que no sepan volar. Si no saben volar 
pierden el tiempo conmigo.”
                                                                       Oliveiro Girondo



1º El poeta nunca miente, siempre dice la verdad

El escritor fabrica en su texto un conglomerado de frases que son siempre originales y plasman la visión objetiva de la realidad. La ficción es cosa de cobardes. Así bien, no se habrá de incluir en el escrito ningún mensaje soterrado ni cualquier apreciación personal. El subterfugio textual es también cosa de cobardes. Por lo tanto, el resultado de la producción literaria debe ser una mera plasmación de la realidad, ornamentada o sin ornamentar. Veamos un ejemplo:

Ejemplo de lo que SÍ debe hacerse en lo relativo a la aplicación de la objetividad en pos de la búsqueda de la pureza y verisimilitud de la literatura:

- En los tejados del pueblo hay una gata italiana, de padre napolitano y madre calabresa. Aun en la distancia maúlla buscándome y yo la busco queriendo encontrarla. No comprendo su idioma, ella una gata y yo un perro, así que simplemente me limito a escuchar en la noche su maullar napolitano, siempre en la distancia.

Ejemplo de lo NO debe hacerse:

- En los tejados del pueblo hay una gata de orígenes inciertos, hay quien afirma que llegó en un bajel pirata, hay quien dice que simplemente apareció entre la niebla. Aun en la distancia maúlla buscándome, ella dice que no, yo digo que tampoco, pero los dos hablamos italiano y conocemos el doble sentido de las palabras. No hay forma de mentir cuando hablan las manos.




2º El poeta es un ser ordenado que atiende a horarios y razones

El escritor vive en la rutina como pez en el agua. Es un ser metódico que no improvisa y no deja nada al azar. Si escribe es porque previamente ha realizado un trabajo de preparación del tema a desarrollar y nunca, nunca, la producción es fruto de golpes de tinta en el papel que se van escapando de la cabeza. Nunca deja nada a medias y prefiere trabajar poco a poco el texto a mandar el mensaje fuese de la forma que fuese. Veamos un ejemplo:

Ejemplo de lo que SÍ debe hacer un buen escritor que cuida el estilo, la forma y el fondo:

- La gata napolitana es una especie poco ordinaria. Habita en la región de la Campania y su pelaje suele ser comúnmente pardo. De tamaño pequeño en comparación con las de su especie, la gata italiana suele ser eventualmente agresiva. El comportamiento social de este tipo de gata en colonia suele ser anómalo, resultando cuanto menos digno de investigación.

Ejemplo de lo que NO debe hacer un buen escritor que cuida el estilo, la forma y el fondo:

- La gata es un animal fiero. De uñas afiladas y dientes como puñales. Insegura como pocas pero valiente si la situación lo requiere. Siempre pensé que era un animal mitológico, algo así como una suerte de Ave Fénix, un unicornio o un perro verde. Ahora sé que es tan frágil como fuerte intenta parecer.




3. El poeta tiene claras sus obligaciones y preceptos morales y éticos

El escritor nunca atentará contra el buen gusto, el civismo, las leyes del hombre (morales o éticas), la palabra de Dios o cualquier cosa que le haga acabar siendo considerado como un subversivo, un provocador o un pecador. Tomará parte del lado más justo en las contiendas y vivirá en perfecta armonía con su sociedad. Veamos un ejemplo:

Ejemplo de lo que SÍ  debe hacer un buen es escritor a la hora de guardar su alma y espíritu

- A menudo salgo por las noches a buscar a la gata napolitana. Ella está lejos, lo sé, pero a veces la siento cerca y le digo "No te acerques, imagínate que dirán si nos ven juntos". Me limito a observarla en la lejanía, sé que pasa el tiempo y con el tiempo se nos va la vida pero estaría mal hacer lo que quiero, estaría mal rajar los cánones sociales y estaría mal prender fuego a lo que me rodea. Entonces pasa el tiempo y ya no veo a la gata de Nápoles y sigo buscando algo que no sé qué es.

Ejemplo de lo que NO debe hacer un buen escritor a la hora de guardar su alma y espíritu

- Otra vez he hecho lo que he querido, he roto la baraja y creo que he matado al arbitro de la partida. Incluso empiezo a pensar que una de las saetas que lancé contra el mundo alcanzó a Dios y también lo he matado. Entonces miré a los ojos a la gata, ella me miró con los ojos entrecerrados, y le dije "ya ves, ésto es lo que hay". La ciudad ardía fuera de la habitación y los gatos comunes intentaban huir del infierno provocado por mis actos. Dije "Yo no soy un gato, soy un perro". La gata asintió.




4. El poeta es un ser humilde y trata a los demás por igual

El escritor es un hombre sencillo y humilde, simple en sus actos y en sus decisiones. Pasa por la vida sin hacer más ruido que el que sus zapatos provocan al pisar. No molesta a nadie y sus elecciones son inadvertidas por el resto del mundo. Es si acaso un ejemplo en su trato a las personas y todo le importa. Tranquilo y sosegado no es para nada agresivo ni malhumorado. Es un santo.

Ejemplo de lo que SÍ un buen escritor debe hacer con respecto a su ego y a la repercusión de sus actos

- La gata napolitana trepa todas las noches hasta los tejados más alto de la capital de virreinato. Allí la observo por curiosidad pero no la molesto, mejor para los dos. Ella afila sus garras contra un árbol y yo pienso que lo mejor para el mundo es que la deje en paz, ella no se distrae por mí yo no me distraigo por ella, pero todo es falso. Ella me mira de reojo y yo la miro de reojo, ella me dice que cogerá el tren para venir a verme y yo le digo que cogeré el tren para dejar la ciudad el día que venga. Mis palabras son sinceras, o no, cuando le digo que cojamos el camino más fácil y demos vueltas en círculos, cada uno en su lado, cada uno en su ciudad.

Ejemplo de lo que NO un buen escritor debe hacer con respecto a su ego y a la repercusión de sus actos

- La gata napolitana trepa todas las noches hasta mi ventana, lo va rompiendo todo a su paso. Rompe macetas, rompe cristales, tendederos y adornos varios. Aun así se jacta de su habilidad trepadora. La noche nos cubre, la luna de Nápoles y las estrellas de Calabria, pero el sol nos tiene en busca y captura. La distancia entre dos no son nada cuando el tiempo y los metros no importan. Yo hundo mis manos en su pelo, que es como deslizar los dedos entre las olas del Atlántico, y ella, tan lejana hacia el norte del antiguo virreinato, sonríe y apoya su cabeza en mi regazo. Luego duda, y se pregunta qué será de nosotros si la guardia napolitana nos intenta alcanzar, yo vuelvo a reír y exclamo "¡Soy un perro andaluz!".  Después llora, y de las lágrimas surge un ataque de felicidad y sus garras se clavan en mi costado. Me dice que se siente en problemas, yo le digo que yo no seré un problema, que mi puerta está abierta a todas horas para ella, cómo no. Pero al final ella amanece en Nápoles y yo, mucho más al sur, en Calabria.




5. El poeta no deja nada a medias
El buen escritor...




martes, 17 de junio de 2014

Somos el sueño de un gigante dormido

Voci di strada, rumori di gente,
mi rubarono al sogno per ridarmi al presente.
                  Fabrizio de André


"Somos el sueño de un gigante dormido" Aquella frase fue el único recuerdo de aquella noche. Aquel paseo onírico había quedado únicamente en una niebla negra en la que una voz ronca pronunciaba esas palabras, no recordaba más. Con los miembros aún entumecidos y enredados entre las sábanas blancas abrió los ojos pensando en aquella rotunda afirmación: Si somos mera producción onírica todo acto no era más que un esfuerzo fútil. Tosió.

El dormitorio era poco más que la suma de unos escasos metros cuadrados, aunque el resultado era suficiente para alojar una cama, un armario, un escritorio y una mesilla de noche. Las paredes eran un laberinto de frases y palabras, que vistas en conjunto seguramente reflejaban algún estado de delirio mental hasta el momento no diagnosticado. Sobre la mesilla de noche un ejemplar del libro de una edición económica, un vaso vacío y las llaves de la casa. No era tema baladí, si quieres conocer a un hombre pregúntale como es su casa.

La mañana transcurrió tranquila pero no así la tarde y menos la noche. Todo fue pasando desde una perspectiva rutinaria hasta derivar en una verdadera historia kafkiana. Durante las primeras horas de aquel 19 de junio del 2014 lo más destacable era que no había nada que destacar, solo podríamos mencionar que nuestro sujeto sospechoso de ser la ensoñación de un gigante dormido estaba perdido entre los papeles de la oficina, el mal cuerpo heredado de la noche anterior y un calor sofocante... hasta que sonó su teléfono. "¿Pronto?" "¿Em sascehcu?"

No le dio importancia a la llamada. Otra más que últimamente recibía en un idioma extraño. Camino a casa vio el cielo de un color inusual para ser las dos de la tarde, realmente era inusual para cualquier hora del día, el cielo estaba anaranjado y los pájaros gritaban como si estuviera amaneciendo. "Promulgan mis pecados" pensó. Al entrar en su habitación vio su saxofón apoyado sobre la estantería, a modo de adorno. Habría quien diría que eso era herejía, pero algo es algo según su utilidad, si esa cosa deja de utilizarse pierde su nombre hasta que vuelva a ser objeto por su uso. El decidió que mientras que su saxofón no sonase también sería saxofón aunque solo lo fuese como elemento decorativo.

Se puso frente al espejo y se mojó la cara, esperando que el agua le despertase más que el café que acababa de tomar. Su pelo largo y rubio le caía sobre los hombros  y sus ojos verdes estaban inyectados en sangre, había dormido poco y el cansancio le reclamaba las horas perdidas la noche anterior. Una gata maullaba en la ventana. La acarició. Ella le dijo "Somos todo aquello que no nos atrevemos a hacer". Él se frotó los ojos.

Había salido a la terraza a sonar su saxofón. Tenía esperanza de terminar una canción que había empezado una semana atrás pero de la que apenas había logrado hacer un par de frases. Quizás la letra no fuera la más original del mundo pero sentía que tenía que escribirla. Supuso que cuanto menos innovador es un texto más fácil es provocador la catársis en el espectador y más difícil era que el mensaje soterrado fuera inteligible, quizás en esta ocasión lo quería así. En cualquier caso, al soplar por el instrumento se escuchó el ladrido de un perro, el deslizar de un lagarto y el sonido de un tercer animal que no reconoció, pensó que todo hombre lleva tres animales dentro y que aquellos debían ser los suyos. Dejó de soplar, miró el saxofón y entonces volvió a sonar el teléfono "¿Em sascehcu? ¡demayau!"

Se sentó al borde de la cama y miró las frases que estaban pegadas a su pared, intentaba leerlas pero las letras se perdían en un remolino que bailaba al compás del latir de su corazón. Esa danza arritmica dibujaba momentos que habían sucedido bajo el techo del dormitorio. Veía risas y copas que brindaban, un salto por la ventana, el intento de emulación de un videoclip, una boca mordiendo una espalda, unos ojos que lloraban, una cabeza apoyada en su pecho provocando una marea de tranquilidad... Así hasta que se acercó a una frase que no reconoció, era la primera vez que la leía y decía así "Somos el tiempo que nos queda".

Se duchó como esperando algo. La noche se acercaba pero el cielo seguía naranja, aunque ahora estaba estrellado. No tenía sueño pero estaba cansado, cansado de vivir se supuso. El saxofón de la pared brillaba y volvió a sonar el teléfono "Sla tersallses rpenutgna rop ti ¿enodde etssá?". Desconcertado por no  entender nada fue corriendo al baño y, apretando con las dos manos el lavabo, se miró al espejo y casi se le paró el corazón. Al otro lado del cristal el baño era igual pero su reflejo no, allí había un figura contraria a la suya, alta, morena y desnuda. En su brazo derecho tenía cinco lunares que en perfecta simetría asemejaban a una araña, y en su pecho, también en perfecta simetría, un lunar se balanceaba entre los dos pezones. "El número aureo" pensó. La figura del otro lado exclamó: "yos odot ol euq ut on sere" "¿Y qué soy yo?" "Nu erdraboc". Luego, el tipo del otro lado le dio un cabezazo al espejo y todo el mundo tembló, pero lo único que se quebró fue su frente que del golpe había llenado de sangre el cristal.

Corrió al dormitorio. Cerró la puerta pero cuando sacó las llaves pensó que ella no podría entrar si acaso quisiera. El cielo estaba naranja. El se acostó como esperando que ella llegase mientras durmiera y que no hubiera mejor despertar. El cielo estaba estrellado, naranja pero estrellado. Desde el baño se escuchó un grito "¡Son somev ne sod said!" y un golpe, y cristales rotos, y palabras que decían que el presente se uniría al futuro en dos días, y amenazas, y sangre cayendo. El saxofón decoraba la habitación. Y mientras, él dormía soñando con gigantes...





viernes, 13 de junio de 2014

Trilogía de la madrugada

Hay mujeres que tocan y curan, que besan y matan,
Hay mujeres que ni cuando mienten dicen la verdad,
Hay mujeres que abren agujeros negros en el alma,
Hay mujeres que empiezan la guerra firmando la paz.
                                                         Joaquín Sabina


Llevaba toda la mañana escribiendo una historia sobre una niña que se perdía en un bosque y acababa en una cueva donde había dos espejos enfrentados, ambos le ofrecían un futuro y ella tenía que elegir. Pues ahí se van a quedar, la niña y su elección, porque las pocas horas de sueño de hoy, sumado al calor, me han quitado todas las ideas que pudiera tener para hacer un giro inesperado en la historia y que no acabase siendo otro relato más sobre elecciones en la vida. No me paso cuatro horas escribiendo para que al final sea un relato más y no se entienda más que lo superficial. Así que voy a tirar de libreta y dejar esta historia para cuando se me ocurra como completarla.

El siguiente texto que voy a añadir es uno de los poemas que componen Entre el salitre. A  pesar de que el libro fue terminado apenas hace dos años, y publicado hace uno, cuando lo leo veo un estilo que ya no se corresponde directamente con el mío. Si que es verdad que guarda trazas, por lo que quizás lo correcto sería entenderlo como un proto-estilo (si acaso mi producción literaria mereciera catalogación). Lo que sí que se mantiene es ese espíritu que recorre una a una cada letra.

Últimamente recibo muchos mensajes desde América, suelen venir sobre todo de México y Argentina. En ellos me felicitan por lo último que he hecho o escrito y me hablan de mi compromiso social. No sé que entienden ellos por compromiso social ni porque ven un referente en mis actos o en mis letras, en cualquier caso, siempre es gratificante que te escriban para felicitarte. Pero en honor a la verdad, escribo para mí y para mis intereses. Escribir es como lanzar una bengala en medio del mar en plena noche y, sabiendo que ésta será vista por muchos barcos, tener la esperanza de que el barco objetivo se dé por aludido y no otro, por las posibles consecuencias más que nada.

Una de las cosas a las que les doy importancia cuando escribo es al silencio, y al propio ritmo del silencio. La mayoría de la gente no lo escucha, incluso le teme e intenta acabar con él con palabras superfluas y carentes de importancia. Si no hay nada que decir ¿para qué hablar? Una mirada, un golpe en el hombro o unos dedos que se pierden en el pelo ajeno dicen más que cualquier frase. Pero la gente no escucha al silencio, es curioso, prefieren hacerle caso a las palabras, que por origen humano pueden mentir, que al silencio, que por origen natural no puede ser más sincero.

El texto que he elegido a continuación expone, a través de tres actos, las tres fases que creo que se pueden observar cuando se va pasando del roce el cariño. Hay encuentros, o relaciones, que solo se quedan en la primera, hay otros que llegan a la segunda u otros que terminan en la tercera. No hablo del paso de la amistad a otro estado, hablo sobre atracción y confianza, hablo sobre el fin del frío que se respira en el acto I, al cambio de relaciones del acto II, llegando finalmente al cálido acto III.

En el último recital que di en Granada al recitar el poema se escuchó un grito del fondo del local que decía "¡Bravo bravo!". Siempre me he preguntado si la chica que gritó aquello había entendido el texto o simplemente le había parecido transgresor y se había exaltado. Después del recital me acerqué a donde estaba y nos terminaron dando las mil cerrando el Bohemia. Hablamos de muchas cosas pero preferí no preguntarle sobre aquel momento de exaltación.




Trilogía de la madrugada



1.       La palabra perfecta

La palabra perfecta
en el momento exacto,
los ojos que no dudan
las manos que no tiemblan.

Unos labios sedientos
de espíritu de esparto,
no saben si no deben
aceptar el taciturno trato.

Que dos sumen uno
en una jaula de tela,
para la noche frenesí,
en la mañana desencanto.



2.      La política de los dedos

La política de los dedos
hace presión en el parlamento,
donde discuten los senos
sobre erecciones y tactos.

Las falanges sedientas
del agua que emanan los labios,
luchan por liberar
la cárcel de los pechos.

Fraternalmente se despiden
la razón y el deseo
saludando a la vida
en el calor de la batalla.

La política de los dedos
ahora aprieta en la fragua
los tendones del placer
que se ocultan bajo las sábanas.



3.      Me gustas

Me gusta tu jardín
tan lleno de flores y plantas
que riegas con el amor
que fluye dentro de ti.

Me gusta su sabor
a mar y humedad
que llega con el calor
y se seca al final.

Me gusta que te gusten
mis manos de jardinero,
mi lengua de terciopelo
y mis ganas de ti.







martes, 10 de junio de 2014

Palabras desde el abismo


Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor grande que te cagas. Elige lavadoras, coches, equipos de compacdiscs y abrelatas eléctricos.
Elige la salud: colesterol bajo y seguros dentales, elige pagar hipotecas a intéres fijo, elige un piso piloto, elige a tus amigos.
Elige ropa deportiva y maletas a juego. Elige pagar a plazos un traje de marca en una amplia gama de putos tejidos. Elige el bricolage y pregúntate quien coño eres los domingos por la mañana. Elige sentarte en el puto sofa a ver teleconcursos que embotan la mente y aplastan el espíritu mientras llenas tu boca de puta comida basura.
Elige pudrirte de viejo cagándote y meándote encima ,en un asilo miserable, siendo una carga para los niñatos egoistas y hechos polvo que has engendrado para reeemplazarte.
Elige tu futuro. Elige la vida.
Pero, ¿por qué iba a querer hacer algo así?. Yo elegí no elegir la vida. Yo elegí otra cosa, y las razones: No hay razones.
     Trainspotting




Prefiero ser un indio a un importante abogado

La vida es elegir y cuando dejas de elegir, y te dejas llevar por la corriente, solo eres otro futuro cadáver más sin nombre. Siempre me llamó la atención la necesidad que tiene la gente de encajar, de vestir igual  que el resto del redil, de escuchar la misma música, de ir a los mismos sitios de moda... en definitiva, de ser parte de un todo social uniforme.

Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie
que es nadie la muerte si va en tu montura

Yo no, yo elegí rodar hacia el acantilado y jugar en el borde con los guijarros que se desprenden hacia el abismo mientras salto riéndome de la gravedad esperando que el suelo no se rompa y termine siendo otro guijarro más hecho añicos contra las rocas. Me preguntas si tengo miedo a la muerte, no, ella es la montura de quienes escribimos. Ella y nuestro tiempo vital finito es la que le da sentido a todo. Pero que te voy a decir yo, si te escribo desde el abismo.

Quiero vagar cada noche por una calle 
y descansar cuando me de la gana 
romper el hielo y dormir bajo un puente 
coger el sueño escuchando a la gente 

Es cierto que cuando elegimos elegimos condicionados por un tiempo y un lugar, y en esta vida la perspectiva temporal es la única con derecho a juzgar, pero no te equivoques, las perspectiva temporal está ebria de horas, días y meses y ni siquiera ella posee la verdad absoluta. La única verdad natural es que todo suceso acaecido por una elección tiene un principio y un final. Mantener vivo lo tocado por la muerte es hacer sufrir lo acabado. Nunca elegimos mal, elegimos condicionados, y cuando las condiciones cambian todo cambia. El cambio es la vida, pararse es morir. Pero que te voy a decir yo, si me cuesta tanto decir No.

En mi pueblo sin pretensión 
Tengo mala reputación, 
Haga lo que haga es igual 
Todo lo consideran mal, 
Yo no pienso pues hacer ningún daño 
Queriendo vivir fuera del rebaño

La vida nos empuja a movernos para usar los dones que nos ha otorgado. Una de sus formas de motivar nuestro movimiento es el aburrimiento. Nos aburrimos por todo y tenemos que buscar siempre algo diferente y cada año que pasa es más complicado, pero no entristezcas, es solo la manera que tiene la vida de pedirte que no te olvides que detenerse en un sitio por más tiempo del necesario es perder tiempo que deberías estar creando.

Si te preguntas como salir de los agujeros donde nos solemos meter, no te preocupes, siempre encontramos una salida más tarde o más temprano, tenemos una estrella que nos vigila. Nuestra vida es andar y el camino se hará caminando y durante la caminata te criticarán. Tú me dices que te preocupas del que dirán y yo te digo que esas voces no valen tu tiempo, ni siquiera cuando alagan, que nosotros somos viento y ellos no son nada. Pero que te voy a decir yo, si hago un mundo de una mirada.

Y no hace mucho que rompí tu recuerdo pensando, acabar de 
una vez... Pero el tiempo y la distancia no son todo para mí, 
siempre hay algo que me hace volver... 

Hace años escribí una canción cuyas primeras frases decían originalmente Jugando a la rayuela en el patio de una cárcel sin rejas, echamos a volar, cómo dos gotas de agua atrapadas en el mar de la casualidad. Le llevé la letra al entonces cantante de mi grupo de también entonces. Él, como buen estudiante de filosofía, me dijo que no pensaba cantar eso, que las casualidades no existían, que todo era causal, que en la vida todo pasaba por algo, que cada elección tiene unas consecuencias. Entonces me dí cuenta que nuestros actos son el aleteo de una mariposa provocando un huracán en la otra punta del mundo: llegar tarde a un lugar y conocer a alguien; caminar sin rumbo y descubrir un sitio nuevo o por ejemplo, naufragar en el tiempo y en el espacio y terminar hablando de literatura cuando toda la ciudad arde en una noche de mediocridad.

Te digo que soy inmortal, pero no de vida como quizás pensaras que me refería, soy inmortal porque mis actos perdurarán, como perdurarán los tuyos cuando eches a volar. Ya lo dijo Quevedo Escucho con mis ojos a los muertos refiriéndose a la perdurabilidad de la literatura

Al final cambié la frase de la canción y la dejé en un cómo dos gotas de agua atrapadas en el mar de la causalidad. Pero que te voy a decir yo, si soy el ejemplo de lo que no debe ser ejemplo.

No quisiera un fracaso en el sabio delito 
que es recordar. 
Ni en el inevitable defecto que es 
la nostalgia de cosas pequeñas y tontas

Pero no te confundas, no somos más valientes por ir arrasando con todo. Es cierto que llevamos un infierno dentro que nos hace ser fácilmente irritables y nos provoca este mal carácter, pero entre los humanos somos la especie más cobarde que hay sobre la tierra. Nos ocultamos en canciones, en versos, en textos donde solo nosotros podemos leer entre líneas y después, cuando nuestra presencia es física, callamos esperando que el silencio hable, y habla, y entonces nos escondemos en miradas y embriagamos nuestro cerebro con alcohol a niveles excesivos como esperando sentirnos un poco humanos. Pero no siempre respondemos con actos y esa es nuestra condena. Tanto escribir para luego escondernos. Pero que te voy a decir yo, si me protejo con la distancia que da el papel y mi guitarra.

Nunca te entregues ni te apartes 
junto al camino, nunca digas 
no puedo más y aquí me quedo.

Te escucho decir que estás cansada de vivir y pienso que si te tuviera delante te golpearía con la mano abierta (con la otra me protegería de tu segura fuerte respuesta) y enfadado te diría "Niña, deja de hablar de sueños. Lo que es soñar para otros es la vida para nosotros y cuando a nosotros nos toca soñar solo soñamos con cosas que sucederán en el futuro, pues, como te acabo de decir, nuestra vida es un sueño."

Un sueño que duele sí, un sueño que nos asfixia sí, un sueño insoportable sí, un sueño en el que andamos solos sí pero un sueño en el que todo está al alcance de nuestra mano, solo tienes que creer en ti misma y volar,volar,volar y usar esos malditos dones con los que naciste y que en algunos, no pocos, aspectos son superiores a los míos. Son lo único que nos ayuda a ser puntualmente felices y seguir cada día hacia delante sin detenernos. Pero que te voy a decir yo, si te hablo con la sabiduría que me da el fracaso.

La vida puede ser a ratos maravillosa y a ratos muy puta, pero lo único que es cierto es que es irremediablemente corta.






sábado, 7 de junio de 2014

El Fantasma errante

Érase una vez
un lobito bueno
al que maltrataban
todos los corderos.

Y había también
un príncipe malo,
una bruja hermosa
y un pirata honrado.

Todas esas cosas
había una vez,
cuando yo soñaba
un mundo al revés.

José Agustín Goytisolo


Fui reclutado una noche de un frío febrero. Me lanzaron desde el cielo con un viejo paracaídas parcheado y la orden exacta de "crear el caos por donde fuese". La guerra había comenzado hacía un tiempo inexacto y fui a caer lejos de los puntos calientes. En los primeros meses mi tarea consistía en bajar a los pueblos durante la madrugada, me acercaba amparado por la oscuridad y abría fuego contra las casas. Mi puntería era lamentable y la carabina que llevaba tenía el cañón desviado. El resultado era que los vecinos me ignoraban o abrían sus ventanas para gritar que dejara de hacer ruido.

Tengo un ambicioso plan, consiste en sobrevivir

Dormía durante el día en los agujeros que el bosque me proveía, rodeado de todo tipo de animales que terminaron viéndome como una criatura más del bosque. Mis bestias preferidas eran los gatos salvajes y los lobos. Los gatos iban y venían según se les antojasen, no me buscaban más que cuando la noche era fría y necesitaban calor. Los lobos eran diferentes, nunca me aceptaron como uno más de la manada pero algunos de ellos, sobre todo los cachorros, me miraban primero con curiosidad y luego, con alguno de ellos, trabé una buena amistad. A día de hoy sigo manteniendola con aquellos que siguen vivos .

Una racha de viento nos visitó, y al árbol ni una rama se le agitó...

Mejoré mi pericia con el fusil y conseguí un arma mejor. Los vecinos empezaban a atrincherarse y a montar grupos de vigilancia. Era inútil, por entonces yo era demasiado rápido y abría fuego desde varios puntos de la periferia sin que pudieran localizarme antes de hacer el siguiente disparo. Los vecinos, que no tenían ninguna formación militar, terminaban huyendo a sus casas, o a las casas más cercanas. Todas empezaban a tener mi firma en sus paredes.

...el amor es extraño y difícil en estos tiempos...

Un día, volviendo al alba a mi refugio en el bosque, encontré a la manada masacrada. Los que no habían muerto habían huido, salvo una loba que me miraba confundida. Los aldeanos habían venido buscándome y los lobos habían caído sobre ellos. Había miembros humanos a varias decenas de metros a la redonda. La mano de un brazo mutilado aún sostenía un cuchillo, la talla era basta pero el metal era de calidad. Lo cogí y dije "Que el fusil haga ruido y el acero cobre sangre". Le prometí a la loba que habría venganza. Al igual que odio que la gente me toque, odio dormir acompañado, pero siempre hay excepciones. Para querer compartir tacto o sueños con alguien solo necesito que la persona sea simplemente diferente, la mediocridad me da asco y aburrimiento. Aquella loba durmió durante los siguientes años conmigo.

...es domingo y la gente del cine ríe cuando no debe...

Se corrió la voz de que un fantasma asaltaba de noche los pueblos degollando a quien estuviera en las calles  y que con ese fantasma iba un demonio que andaba a cuatro patas La historia fantasmagórica se corrió por toda la comarca y el terror se instaló en todas las poblaciones. Nuestra dupla era admirada por la gente de nuestro bando pero también envidiada, mi nombre empezaba a ser leyenda. Una madrugada de septiembre nos dispusimos  a hacer lo que hacíamos siempre, entrar andando por el pueblo y matar. Si no veíamos a nadie abría fuego contra algún portal que viera fácil de derribar y entrabamos sesgando todas las vidas que estuvieran a nuestro alcance. Pero algo pasó aquel día, la loba no apareció y por primera vez en años entré solo por las calles. Silbaba una melodía para anunciar mi presencia allí, normalmente eso provocaba que las ventanas se cerrasen con prisas y fuertemente, hacía tiempo que ningún hombre se atrevía a hacerme frente. Aquella noche no se cerró ninguna ventana. Una decena de soldados uniformados se asomaron a los tejados y me ofrecieron clemencia si clavaba las rodillas y aceptaba unirme al redil. Yo, que nunca fui de uniformes, disparé contra el más joven de ellos encajando una bala en su ojo izquierdo.

Y engáñame un poco al menos
Dí que me quieres aún más
Que durante todo este tiempo
Lo has pasado fatal

Se me iba la vida. Me habían alcanzado en varios puntos del cuerpo, entre ellos el pecho, pero había conseguido girar la esquina. Esta emboscada era fruto de la traición pero ¿de quién? ¿la loba? ¿mi bando? ¿compañeros de lucha? Si salía de ésta el mundo entero conocería el ruido de mi fusil y el filo de mi acero, daría igual que bandera se portase. Iba dejando un reguero de sangre espesa por la calle cuando un soldado salió de uno de los portales. Le golpeé con la carabina en la rodilla y cuando cayó le aplasté el cráneo con la culata. Seguí corriendo. Escuché los pasos de los militares tras de mí cuando un pálido y escuálido jamelgo blanco se cruzó en mi camino y me dijo que era la Muerte. Saqué mi puñal pero no hice nada, solo susurré "Todavía no, te lo ruego, venganza". El caballo me dijo "Entonces ¿qué le pides a la vida?" respondí "Todo". El jamelgo se encabrito, me pidió que le montara y salió al galope calle abajo envistiendo a los soldados. Cada militar que golpeó ardió de manera infernal mientras reía a carcajadas.

Pleased to meet you 
Hope you guess my name 
But what's puzzling you 
Is the nature of my game 

A partir de aquella noche dediqué mis días a acrecentar mi leyenda. Se decía que nadie manejaba el cuchillo mejor que yo, que había acabado con más de un millar de hombres y que el ruido de mi fusil era diferente, como disparado directamente desde el infierno. No solo creaba el caos sin distinguir banderas sino que también dedicaba mis largas vigilias a buscar a alguien como yo. Alguien que hubiera venido al mundo a romper los ordenes sociales, a remover la conciencia, a crear y a destruir. A menudo, y precedido por mi reciente fama, muchos y muchas venían buscándome pero ninguno tenían talento suficiente en el arte de la creación y de la destrucción y la mayoría acababan con la garganta abierta por hacerme perder el tiempo.

Chi va dicendo in giro 
che odio il mio lavoro 
non sa con quanto amore 
mi dedico al tritolo

Una noche de cacería, en medio de un temporal estival donde el calor y frío bailaban de la mano, encontré frente a la puerta de mi casa un cachorro de loba herido. Ella pedía asilo y yo aquella noche tenía a tiro hecho varias presas. Alguna hubiera sido valiosa pero de presas está lleno el mundo, lobos así nunca había visto antes, así que que me quedé allí. Ella me habló del caos y yo de la vida, nos pilló el sol desprevenidos hablando bajo las últimas estrellas. Luego lloró y nos escondimos sin saber de qué o de quien. Compartimos una manta y me dijo "Todo ésto es pura poesía" yo respondí "Sí", luego dormí como hacía años que no dormía. Le hubiera dado cobijo todo el tiempo que me prestó la Muerte pero los dos teníamos dientes y garras y si tenemos que escondernos que sea de nosotros mismos, no de cualquier otro mortal. Lo último que le dije fue "La próxima vez que la vida te pregunte que qué quieres, pídele todo".

Desde aquí, desde mi casa 
veo la playa vacía 
ya lo estaba hace unos días 
ahora está llena de lluvia 
y tú ahí sigues sin paraguas 

Anduve los siguientes días sin saber a donde ir. Rondé algunas calles oscuras mientras todos dormían. Un murciélago sobrevoló mi cabeza y un pensamiento me vino súbito "mientras matas el tiempo el tiempo te quiere matar a ti."  Alguien se acercaba, era una multitud. Todos los presentes me apuntaban con el dedo y por cada dedo levantado había un dedo amputado por mí. Recibí empujones y acusaciones y yo grité "¿Acaso no sabéis quién soy?". La multitud furibunda me acusaba de alta traición y yo que no tengo nada más grande que el orgullo levanté mis hombro y arrollé a todos los que pude. Los palos se partían en mi espalda y las navajas atravesaban mi cuerpo y grité "Son mevos ne sol ñusoes etapo" esperando que me escuchara, pues si iban a ser mis últimas palabras por lo menos que alguien las comprendiera. Me creí muerto, y quizás lo estuve, pero los gatos salvajes aún se acordaban de mí y crearon  la confusión entre la gente. Algunos mordían los muslos de las personas, otros se lanzaban a la cara y unos cuantos me arrastraron lejos.

Despierto con pocas ganas como expulsado del cielo...

Abrí los ojos, una gata lamía mis heridas. Yo le dije que parase, ella insistía pero odio que me toquen y la empuje lejos. Ella decía que me quería acompañar, que no encontraría mejor compañera de viaje, pero la miré y solo vi una gata normal y la gente normal me aburre y su contacto no me gusta. Ella se puso a hablar de literatura y de poetas italianos y yo escuchaba en sus palabras el alma de quien ha leído mucho pero no sabe escribir y le dije "No". Entonces sacó sus garra, que eran enormes, y dijo "Tu tiempo es mío" y yo respondí "Mi tiempo ya está vendido". Entre sollozos tuve que apartarla cogiéndola en peso, no sin  antes regalarle un beso por haberme atendido cuando estaba herido. Me enganchó del brazo y me suplicó por última vez "Por favor, llévame contigo." No la llevé conmigo.

Seguí un camino, cualquier camino, pensando que llevaba toda una vida siendo diferente, arrasando por donde fuese, y miré mi carabina y mi acero y sonreí. Que temblase la humanidad, el Fantasma volvía a caminar.


martes, 3 de junio de 2014

La trampa de la literatura

Somos carne de canción
Y todas van de lo mismo
No esperes paz ni perdón
Si das con el estribillo.
                     La cabra mecánica



Mi vida es una sucesión de despedidas contínuas. Un día digo llamarme Ismael y me camuflo entre los bares del puerto, otro digo ser un sevillano llamado Juan, otro digo no tener apodo alguno... y así podría seguir hasta el infinito. He tenido tantos nombre como mi imaginación me ha permitido y he viajado tanto como mis pies han aguantado.

Ayer duró cuarenta y ocho horas, un reinado y la promesa de un nuevo día. En la noche alguien me preguntó que cual era la diferencia entre escribir bien o escribir de manera "especial". Me hubiera gustado explicarle la diferencia con una narración larga y trabajada que cumpliera todos los preceptos de La poética de Aristóteles, decirle que todo texto tiene un mensaje oculto y a menudo un nombre de mujer (o de hombre). Pero el humo de la habitación, la música a todo volumen y una constante interrupción en forma de llamada de atención hacía dificil que yo pudiera centrarme y que provocaba que mi intelocutor elevara su nivel de enfado por no dedicarme únicamente a la conversación. Todo esto hizo imposible que pudiera crear una respuesta tan elaborada, así que concentré toda la poca sabiduría que tengo, le eché un poco de experiencia a mis palabras y respondí "Hay dos clases de escritores, los que se hacen y los que nacen. Los que se hacen pueden llegar a ser muy buenos pero nunca tanto como aquellos que nacen con el don." "¿Qué don?" Me preguntó como rebatiendo mi escueta respuesta. "El don de abrir tu pecho, sacar el corazón y firmar con él el papel. Y todo eso sin morir en el intento."

Un poco más adelante otra persona empezó a hablarme de política, en este caso política italiana. No me interesaba lo más mínimo, siempre las mismas palabras con diferentes argumentos dependiendo del lado  de donde vengan. Me hizo otra pregunta "In questa vita uno deve scegliere tra Avere oppure Essere. Tu che dici?" Me hubiera gustado empujarlo balcón abajo por poco original pero era un buen hombre, sincero y humilde, tal vez un poco simplón pero hablaba de corazón (además estar allí postergaba el momento en el que tuviera que ir a un antro a ver italianos lucirse como pavos reales). Me permití responder con bastante libertad "Preferisco la famme alla routina".

Esa afirmación era peligrosa pero sincera. Peligrosa porque vivir así es meter fuego allá donde vayas, quemar todo y a todos en busca de exprimir hasta la última gota de experiencia que te puedan dar. Luego abandonar el lugar y a aquellos que estaban allí. Entonces, ellos se quedan mirandote diciendote que vuelvas a llamarlos. Nunca se vuelve a llamar. Poco a poco olvidan que volaron contigo y se pierden entre la rutina y en la mediocridad. Y tú, yo, sigues caminando esperando que haberte salido del camino no termine siendo una trampa mortal, pero nunca mueres porque siempre sale todo bien y te terminas preguntado "¿Por qué a mí?".

Todo texto tiene un mensaje oculto y a menudo un nombre de mujer

Hay quien lo niega, a mí me gusta pensar que sí que lo tiene, si todos mis escritos están emponzoñados ¿por qué no los de los demás? Toda creación es una llamada de atención de algún tipo u de otro: un léeme, un "si-te-das-por-aludida-jódete", un "como-no-te-puedo-decir-esto-públicamente-te-lo-digo-por-aquí-total-si-no-te-das-cuenta-todo-sigue-igual-y-si-sí-pues-seguro-que-habrá-más-historias-que-contar". 

Decía Gadamer algo así como que una vez escrito un poema el autor moría y con él el verdadero mensaje oculto. Se refería a que una vez que el texto vaya a unas terceras manos la influencia subjetiva  de la experiencia propia haría imposible entender el mensaje originario.

Realmente, escribir con está finalidad propicia situaciones incómodas o caóticas. Cuando la creación tiene un cariz tan empírico la gente busca el mensaje y el nombre oculto basandose en sus propias vivencias y eso, por lo general, le lleva a identificarse con cualquier texto. ¿Quién no quiere ser protagonista de alguna historia?  Más de una de ha declarado publicamente, o ante mí, protagonista de algún texto mío y yo siempre he pensado "Si la tinta hablara..."

Por lo tanto, si yo escribiera "Nos vemos esta noche al amparo de la madrugada entre mis sábanas" quizás alguna se diera por aludida, lo cual sería gracioso si tomase la invitación y se presentara mientras duermo. Ahora bien, todo sería mucho más cómico si fuese más de una quien se diera por enterada. Seguramente yo me llevaría una paliza pero ¿y la de historias que podría contar?. Estoy seguro que de darse esa improbable situación, el amparo de la madrugada cubriría a cualquiera menos a la que iría dedicada esa frase.

Escribir es morir, pero también es matar. Es engañar al lector, ser Dios, hacerte luz en la oscuridad, pero sobre todo, es elegir el dolor a la nada. Sufrir en la indolencia general y quemar los campos por los que uno anda, es despertate en sitios donde no recuerdas haber dormido, es cabalgar sobre la muerte, es pasear de la mano con Soledad, es saber que siempre vas a dejar a todos atrás, es levantarte un día pensando que la rutina te sacará de esta espiral pero siempre algo te empuja a buscar la diferencia en la mediocridad, es hablar de literatura en los bares, es hacer literatura en una fiesta, es soñar y bailar con el agua, es llover y que tú salgas a empaparte, es buscar el calor en el frío de la madrugada, es hablar con los ojos, es tener un demonio dentro que se llama Ego, es que prefieras entre el ruido callar, es dialogar con silencio, es amar la oscuridad, es sangrar, sangrar, sangrar.

Nos vemos esta noche al amparo de la madrugada... en algún sueño tuyo tardío mientras yo deambulo por los campos oníricos sobre el pálido jamelgo...o bien, entre mis sábanas.






miércoles, 28 de mayo de 2014

Ráfagas oníricas


Sueño con serpientes, con serpientes de mar, 
Con cierto mar, ay, de serpientes sueño yo. 
Largas, transparentes, y en sus barrigas llevan 
Lo que puedan arrebatarle al amor. 
                                    Silvio Rodríguez



Esta madrugada me vi sorprendido por un hecho que nunca me había sucedido. En plena vigilia, tumbado en la cama y escuchando música esperando a que el sueño llegase, me doblegué. Sí, me vi con un pie pegado a mi colchón y con otro andando por una calle de una ciudad sin nombre, o por lo menos si tenía nombre yo no lo conocía. Era consciente de que estaba adormeciendo sobre mis sábanas pero al mismo tiempo había entrado en un mundo onírico que iba a otro ritmo y donde estaban sucediendo cosas. Ahora que de manera simultanea caminaba en dos lugares diferentes al mismo tiempo dudé:¿quién era yo? ¿el que estaba acostado o el que andaba por aquella avenida gris?

Ni siquiera, señores del jurado,
padezco, como alega mi abogado,
locura transitoria.

Debían ser las seis de la tarde y acaba de salir del bar. Llevaba toda la tarde ahogando mis penas en polvora y planeando mi venganza con whisky. El sol de la primavera me hacía sudar hasta sentirme asqueado, había llegado ya el tiempo en que necesitaba ducharme cuanto menos dos veces al día. El hierro me pesaba dentro de la americana y los nervios y el alcohol hacían temblar mis piernas.

En el numero 7 de la calle Valparaiso pasaba los días mi objetivo. El edifico, un viejo bloque de apenas tres pisos y con más de cincuenta años en sus cimientos, se mantenía a duras penas en pie en un descampado que en otro momento había albergado naves industriales. Él se había llevado a mi chica quitandome con ella todo lo que me importaba y yo era un hombre vengativo.

Eché la puerta abajo de una patada y subí las escaleras. El primer piso era simplemente una estancia enorme, derruida y vacía, salvo por un sillón que estaba de espaldas a la escalera. Allí había alguien sentado y disparé seis veces contra él. A mí me pareció escuchar siete disparos. Me acerqué al sillón con el revolver preparado y le di una patada que lo tumbó. La oscuridad y el alcohol me la había jugado y había disparado contra nadie, pero eso no era lo peor, al darme la vuelta los vi. Ella me apuntaba con una pistola humeante y yo sangraba a la altura del lumbago y del ombligo. Sí, hubo un septimo disparo y me atravesó todo incluido el alma. Me ardían las heridas de la bala y pensé que para estar soñando todo era muy real, nunca me han herido de bala pero aquél dolor era tan verosímil... era el dolor de la polvora y el dolor de la traición.

Él reía carcajadas pero ella tenía la cara desencajada. Ella seguía apuntandome con su arma pero no hizo un segundo disparo ni parecía que lo fuese hacer aunque me viese aprentando el gatillo contra ella,  ni aún después de que me diera cuenta que el tambor estaba vacío, ni aunque me viera cargar mi revolver para cobrarme la venganza y ni aunque la volviera a apuntar a ella. Él ya no reía a carcajadas.

Estaba en una terracita 
un oscuro mediodía 
echándome una copita 
en ese bar que hace esquina con la calle mayor 
Viendo volar a las moscas 
viendo pasar a la vida 
viendo pasar las chicas 


Me desperté empapado en sudor y con uno de los auriculares enredado en mi cuello. Una pelea de gatos en mi ventana acaba de sacarme de la ciudad sin nombre. Pensé que quizás yo era el sueño del otro yo en aquella ciudad, esperaba que no, o como sueño de alguien con un agujero en el vientre no tenía mucho futuro. Me coloqué el auricular que había escapado de mi oreja y esperé con ansias volver a caer en aquella urbe. Soñar siempre es una aventura.

¿Qué te voy a contar?
Derroché mis mejores ripios
Por no despertar solo otra mañana
Y me di al primer corazón
Para el que no tuve palabras
Sabio silencio, eruditos
Cambiando verbos por dentelladas
Queda dicho
Si algún día me echara de menos.


Las sábanas eran moradas y la habitación estrecha y pequeña. Debía ser de día porque por la ventana entraba luz, quizás eran las primeras horas del alba o tal vez era sol de la media tarde, no tenía importancia, el sol era indudablemente andaluz. Ella, tan pequeña, tan andaluza y con su eterna sonrisa en la boca, estaba desnuda sobre mí. Su dientes reflejaban la luz del sol pero no entendía muy bien lo que decía. Aquello no era un sueño formado a través del recuerdo, nunca había compartido cama con ella, quizás era un hecho que sucedió en el futuro, en cualquier caso la circustancias aplicables serían  las actuales por desconocer las venideras. Sumé presente, pasado y futuro y pensé que algo debía haber cambiado para que se diera tal situación, o bien, allí y entonces no nos importaba nada externo a estas paredes. Ella seguía sonriendo. La eché a un lado, salí del laberinto morado y me senté, también desnudo, en el borde de la cama. Reconocí mi guitarra apoyada en la pared.

Te sentaste justo al borde del sofá 
como si algo allí te fuera a morder. 
Dijiste: "Hay cosas que tenemos que aprender, 
yo a mentir y tú a decirme la verdad, 
yo a ser fuerte y tú a mostrar debilidad, 
tú a morir y yo a matar." 

Los ronquidos de mi compañeros de cuarto habían penetrado la barrera auricular de mis orejas y me había partido el sueño de la andaluza por la mitad. Tenía que subir el volumen de la música.

Y así eran nuestras noches y así era nuestro amor, 
comenzaba en el silencio, continuaba en el terror, 
y otra vez de allí al silencio. Dime, ¿para qué hablar 
de lo que pudo haber sido y de lo que jamás será, 
tratando de adivinar qué fue eso que hicimos tan mal?, 
si, en fin, se trata de morir o de matar. 

Estaba sobre la madera del escenario de un teatro enorme. A mi lado, atraviado con un traje negro y una camisa roja, el gran Nacho Vegas. Me dijo "Tenemos que hacer la prueba de sonido". Miré a mi alrededor y solo vi un micrófono y una guitarra acústica. "Primero tú" y así fue, no recuerdo que canción o canciones probé pero me moría de ganas de que empezara el espectáculo. Luego vino el Grande y cantó: "Fue aquella gitana que nos leyó el porvenir, dijo uno es el asesino y el otro el que va a morir. Y salimos de allí y me mirarte asustada y el miedo sonó en tu voz: antes de que tú me mates, prefiero matarme yo".  Sonaba tan bien pero parecía que llevaba toda la banda con él, tanto es así que pensé: "suena como en el disco".

Entré dentro de las entráñas del teatro y me fui a darle conversación a los técnicos. No recuerdo de que hablamos pero tras varios cruces de palabras uno me dijo "Y al otro lado te oí llorar y yo seguí y no colgué" y  entonces respondí "¿Que qué?" "y me suplicaste: Déjame de una vez, déjame de una vez". Un pensamiento recorrió mi cabeza "Venga no me jodas, no solo me acabo de dar cuenta de que esto es un sueño sino que esta debe ser la canción que está sonando por mis auriculares y está invadiendo mi espacio onírico." Esperemos que este sueño también esté basado en un acontecimiento sucedido en mi futuro...

TRRRRRR TRRRRRRRR
TRRRRRR TRRRRRRRR
TRRRRRR TRRRRRRRR



La alarma sonó poco después. Un nuevo sol se había colado entre las estrellas y había aterrizado a los pies de mi cama. Así que, sin dejar de soñar para que no digan que los sueños solo ocurren durmiendo, me levanté y me dispuse a vivir la aventura de un nuevo día.